Mariano Rajoy ha decidido atrincherarse en la plaza de la Marina Española para derrotar la moción de censura socialista. En esta plaza del Madrid de los Austrias, presidida por un monumento a Antonio Cánovas del Castillo, principal artífice de la Restauración borbónica, se halla la sede del Senado. Dentro de dos semanas, podrían quedar descerrajados en el Senado los presupuestos generales del Estado del 2018, que tanto interesan al Partido Nacionalista Vasco.
Rajoy, gato viejo, ha enviado recado a Sabin Etxea, sede central del PNV en Bilbao, construida en el solar donde se alzaba la casa natal de Sabino Arana. El mensaje es escueto: “Iñigo, Andoni, Joseba, Aitor... vosotros sabréis lo que hacéis”.
El PNV no quiere que la ‘agenda vasca’ tratada con Rajoy se rompa o se diluya
Vamos a explicarlo, paso a paso. Los presupuestos votados el pasado miércoles en el Congreso con el decisivo e interesado apoyo del PNV aún no están aprobados definitivamente. Falta el Senado. Un mero trámite en circunstancias políticas normales, puesto que el Partido Popular cuenta con una cómoda mayoría absoluta en la denominada cámara alta, gracias a un sistema electoral que prima descaradamente a las provincias pequeñas. El Senado no puede bloquear la aprobación definitiva de los presupuestos, pero sí rechazarlos y devolverlos al Congreso.
En el supuesto de que la moción de censura triunfase, el socialista Pedro Sánchez debería volver someter los presupuestos al Congreso. ¿Sin modificarlos? Las cuentas fueron rechazadas el pasado jueves por el PSOE, Podemos y por dos partidos soberanistas catalanes.
Fuerte presión sobre Sánchez para que no prometa nada a vascos y catalanes
¿Podría digerir Sánchez los presupuestos de Rajoy, sin una revuelta parlamentaria de sus aliados? ¿Aceptaría Podemos los presupuestos del Partido Popular? ¿Quedarían intactos los pactos con el Partido Nacionalista Vasco en ese vaivén? Ese es el mensaje que Rajoy envía a Sabin Etxea: “Cuidado que podéis salir trasquilados”.
Rajoy está decidido a atrincherarse en la plaza de la Marina España y convertir las cuentas del 2018 en un avispero. Este es el riesgo que en estos momentos están evaluando Iñigo Urkullu, presidente del Gobierno vasco, Andoni Ortuzar, presidente del PNV, Joseba Aurrekoetxea, influyente secretario de organización del partido, Aitor Esteban, portavoz en el Congreso y los demás miembros del Euskadi Buru Batzar, órgano ejecutivo del viejo partido vasco.
Sabin Extea no quiere un final abrupto de la legislatura. Teme que unas elecciones generales inmediatas den la victoria a Ciudadanos, partido que se ha pronunciado contra del actual método de cálculo del cupo vasco. Teme que la hostilidad de Albert Rivera hacia el concierto foral estimule una nueva fase de radicalización del nacionalismo vasco, con la consiguiente prima para la izquierda abertzale y el ala soberanista del PNV, hoy en minoría y muy circunscrita a la provincia de Gipuzkoa.
Los nacionalistas vascos temen que el nuevo ciclo político español les sea muy adverso y a la vez no desean perder los acuerdos alcanzados con el Gobierno del Partido Popular gracias a la actual aritmética parlamentaria. Los acuerdos que se conocen y los que no se conocen. A nadie debiera extrañar que el actual Gobierno y el PNV hayan explorado estos últimos meses un posible traslado de algunos presos de ETA a cárceles vascas e incluso la transferencia de las competencias penitenciarias a la administración vasca, en un clima de tranquilidad, discreción y sosiego. Hay toda una agenda en riesgo. Y hay otro factor a tener en cuenta. Los nacionalistas vascos están empeñados en aparecer ante los poderes europeos como garantes de la estabilidad española en un momento crítico para la Unión. La moción de censura en España coincide con una monumental crisis política en Italia. España e Italia están bailando la tarantella y los vascos prefieren otro tipo de danzas.
Esta es la preocupación de un Partido Nacionalista Vasco al que también le inquieta aparecer el próximo viernes como el gran salvavidas de Rajoy. Le salvaron la pasada semana, aprobando el presupuesto del 2018. Le podrían salvar dentro de tres días con su abstención en la moción de censura improvisada por el Partido Socialista Obrero Español.
Podemos dice que podría apoyar otra moción, para ir rápido a elecciones
El presupuesto, como vemos, sigue siendo el gran parapeto de Rajoy. Ello explica las prisas por celebrar el debate de la moción de censura cuanto antes. Los presupuestos deberán votarse en el Senado alrededor del 19 de junio. Si el debate de la moción de censura socialista se hubiese pospuesto varias semanas –como ocurrió con la moción de censura presentada por Podemos hace un año–, el PNV habría acudido a la cita con mayor libertad de movimientos. He ahí el papel clave de Ana Pastor, presidenta del Congreso de los Diputados y persona de la máxima confianza de Rajoy. He ahí la incapacidad de la oposición para ponerse de acuerdo en su momento para tomar el control del Congreso. Una oposición demasiado heterogénea. Esa es la ventaja de fondo de Rajoy pese a su gran debilidad.
El control del tiempo político y el control del Senado. Esas son las claves de la actual situación. Curiosa paradoja: el Senado, una institución que en España nadie sabe muy bien para qué sirve, ha desempeñado un papel crucial en los últimos meses: ha aprobado la intervención de la autonomía catalana y puede servir ahora de parapeto al presidente del Gobierno en una situación política agónica.
El PNV tiene la llave de la moción de censura, en la medida que los diputados de Esquerra Republicana (9) y el PDECat (8) pueden votar a favor, aunque ninguno de los dos partidos ha confirmado oficialmente esa posición, a la espera del discurso del candidato y de eventuales conversaciones, que en caso de tener lugar serán muy discretas, dada la enorme presión que todas las instan-cias contrarias a la moción de Pedro Sánchez –incluidos sectores del PSOE– están ejerciendo a chorro. “¡Ay de quien pacte con los que quieren romper España!”. Susana Díaz, presidenta de la Junta de Andalucía, se pronunció ayer en esta dirección. Primer aviso.
ERC y PDEcat no ven con malos ojos la moción, pero quieren que Sánchez concrete. Carles Puigdemont, el círculo de Berlín, y el presidente vicario de la Generalitat, Joaquim Torra, no quieren saber nada con Sánchez. Su estrategia es otra: mantener viva la tensión hasta el próximo ciclo electoral, para reforzar la preponderancia de la plataforma Junts per Catalunya. Puigdemont, sin embargo, no controla el grupo del PDECat en el Congreso. Un pequeño detalle con alguna importancia.
Ciudadanos insiste en el cambio de marco narrativo: “Elecciones ya”. Amaga con presentar su propia moción de censura para forzar ese escenario. Le faltan tres diputados y los están buscando en otros grupos. Pablo Iglesias insinuó ayer que Podemos podría apoyar una segunda moción de censura que tuviese como objetivo la celebración inmediata de elecciones. Presión para el PNV, que de elecciones no quiere oír ni hablar.
El riesgo de Sánchez es que, con el paso de los días, su iniciativa acabe pareciendo de cartón piedra.
Enric Juliana, en La Vanguardia
No hay comentarios:
Publicar un comentario