Uno de los grandes debates clásicos en los congresos del PSOE es si son partidarios de la república o de la monarquía. Todavía no se han puesto de acuerdo, aunque la postura oficial se aproxima a la de Letizia, que primero era republicana y al final ha acabado de reina. La democracia interna del partido siempre ha andado peleando en estas dialécticas extremas, como cuando Felipe González abandonó el marxismo de Karl por el de Chico, tesis y antítesis que Zapatero terminó de sintetizar en la corriente Harpo. A Groucho no llegan: no son tan radicales. La verdadera cuestión de fondo, lo que trae de cabeza al PSOE desde su fundación, es si la tortilla de patallas lleva cebolla o no lleva cebolla. Con Pedro Sánchez, no obstante, el dilema principal es si el gin-tonic se hace con pepino o sin pepino.
El pasado fin de semana las Juventudes Socialistas lanzaron una propuesta en la que pedían la tortilla de patatas con cebolla, tal y como se establece en las bases de un partido que se declara obrero y cebollista acérrimo. Sin embargo, Pedro Sánchez se ha encargado de rehacer el menú y aparcar la enmienda para épocas mejores. Por ejemplo, la próxima glaciación, cuando la disyuntiva entre la patata y la patata con cebolla habrá perdido mucha de su razón de ser. Al fin y al cabo, la socialdemocracia ha prosperado y triunfado bajo el amparo de monarquías parlamentarias, como sucede en Noruega, Suecia o en Japón, e incluso en monarquías patateras, como España. Nadie ha sacado más provecho del ejemplo japonés que el propio Felipe, quien entre el yate y los bonsáis, cada vez se parece más al almirante Yamamoto.
Alfonso Guerra predijo hace años que a España no la iba a conocer ni la madre que la parió, pero a quien no conoce ni su madre es a Alfonso Guerra. España, en cambio, sigue idéntica a sí misma después de dos décadas y pico de psocialismo. Guerra se declara partidario de aplicar cuanto antes el artículo 155 de la Constitución, y sólo le ha faltado enviarle a Mariano un rollo de papel higiénico, como hizo Blas Piñar en otros tiempos. La idea de una España federal o nación de naciones, la receta favorita de Sánchez, no es muy distinta de la deconstrucción de la tortilla de patatas de Ferrán Adriá, sólo que sin cebolla y con cada ingrediente en su sitio. Por muy deconstruida, muy líquida y muy metida en un vaso que esté, la tortilla seguirá siendo una tortilla española. Lo mismo le pasó al propio Sánchez, que la gestora intentó deconstruirlo en noviembre y miren el resultado.
Especialista en nadar y guardar la ropa, como un Michael Phelps vestido de Cortefiel, Sánchez ofrece nuevamente el mismo menú de temporada con el que el PSOE lleva timando a su electorado desde mediados de los ochenta: una izquierda de centro, un centro de derecha, un republicanismo monárquico, una economía de puertas giratorias y una tortilla de patatas sin cebolla, con chistorra y con muchos pimientos borbones. Socialismo de homeopatía, diluido al uno por mil entre banqueros e hidroeléctricas. Después de clavar a Harpo durante la moción de censura, y sin pegar ni un solo bocinazo, pretenden erigirse en la próxima alternativa al PP, como si alguna vez el PSOE hubiera dejado de ser la continuación del PP por otros medios. Más que la alternativa se pueden convertir en el banquillo, en el sentido más amplio y plural del término.
David Torres, en Público
No hay comentarios:
Publicar un comentario