Caja Navarra y Cajasol unieron sus destinos en noviembre de 2010, cuando la segunda se incorporó a Banca Cívica. Siete meses después el nuevo grupo se veía obligado a salir a Bolsa para captar capital y apenas 15 meses más tarde era adquirido por CaixaBank a precio de saldo, incapaz de continuar en solitario. El socio sevillano no solo no había aportado solvencia a una entidad ya más débil de lo deseable: había traspasado a las otras tres cajas un balance repleto de créditos incobrables y pérdidas latentes, una plantilla sobredimensionada e ineficiente y sorpresas desagradables, consecuencia de una gestión deficiente, que irían estallando con el paso de los meses. Más de 2.600 millones de euros en pérdidas que hacían prácticamente inviable la fusión.
Todavía hoy UPN y PSN defienden en el Parlamento de Navarra una operación impulsada desde el Banco de España y a la que el Gobierno de Navarra nunca se opuso. ¿Conocía el director de Caja Navarra lo que opinaba el Banco de España de Cajasol? ¿Lo sabía el ya entonces presidente de Can, José Antonio Asiáin? ¿Y su predecesor Miguel Sanz, entonces presidente del Gobierno?
Para entender esta historia hay que viajar al verano de 2010, cuando el sector de cajas de ahorro es un hervideros de fusiones frías y calientes. El primer embate de la crisis ha dejado al desnudo la realidad de decenas de entidades donde conviven buenos y malos gestores con políticos reconvertidos en ejecutivos bancarios que lucen soberbia y ambiciones. Unas cajas aguantan en pie, esperan o escogen a sus socios. Otras buscan alianzas a la desesperada, con el temor de que llegue un día en que nadie les preste y que en la tarde de un día festivo el Banco de España anuncie su intervención. Si es que, tras la experiencia de Caja Castilla-La Mancha, se atreve.
Caja Navarra presume de ser de las primeras. Se ha unido a Caja Burgos y a Caja Canarias, ha creado Banca Cívica. Sin embargo, el suspenso en el test de estrés de julio de aquel año pasa la primera factura a una gestión ambiciosa, expansiva, puede que innovadora, no excesivamente rentable y que ha ido limando poco a poco la solvencia: en apenas siete años, cae desde el 12% hasta el 8%. No es de las peores, supera con holgura los límites legales, pero es inferior a la que presentan en ese momento las entidades -sean cajas, bancos compuestos por antiguas cajas o cooperativas de crédito- que hoy, 20 de enero de 2019, todavía conservan su nombre.
Cajasol, la otra protagonista de este relato, ya es un zombie aquel verano. Lo intuyen los inspectores del Banco de España, que la siguen de cerca desde el año 2007, cuando se fusionan las cajas de San Fernando y El Monte. Y parece saberlo también Braulio Médel, presidente de Unicaja y zorro viejo en el sector. La Junta de Andalucía, presidida entonces por el socialista Griñán, rumia todavía su frustración por la venta a BBK de la cordobesa Cajasur. Los gobiernos autonómicos trataban entonces de forzar fusiones regionales que les permitan seguir contando con una palanca bancaria a mano. Es lo que intenta hacer el PP en Galicia y lo que quiere replicar el PSOE en Andalucía. En su territorio operan dos entidades muy similares por tamaño, pero muy diferentes en calidad: la malagueña Unicaja y la sevillana Cajasol.
Catedrático de Hacienda Pública, Braulio Médel tiene 63 años en 2010 y dirige los destinos de Unicaja desde 1991. Ha visto caer bancos, ha fusionado a las cajas de Málaga y de Cádiz se sabe fuerte y olfatea el peligro de Cajasol, demasiado cercana al poder socialista sevillano, poco robusta y una de las menos eficaces del ranking. Para valorar la fusión ha encargado a Boston Consulting Group un informe que busca medir a Cajasol según estándares de morosidad, dotación a provisiones, solvencia, liquidez y eficiencia. Tal y como habían hecho, por cierto, en la operación de Cajasur, otro bocado venenoso. Y según reveló El Confidencial, el estudio concluye que Unicaja aportaría casi el 75% del valor de una posible fusión. Nada parecido, por tanto, a una unión entre iguales. Es una unión compleja, que va a necesitar cientos de millones de euros en ayudas públicas, quizá miles. Unicaja puede seguir sola. Cajasol queda expuesta y necesita auxilio.
Aquel intento de fusión andaluza muere en el otoño de 2010 antes de empezar. En el Banco de España saltan todas las alarmas. Cajasol no es pequeña: suma activos por valor de casi 30.000 millones de euros, así que su caída descontrolada tiene capacidad para desestabilizar aún más al sistema financiero y representa además el poder socialista en Andalucía. Su presidente, Antonio Pulido tiene apenas 45 años en 2010. Se ha forjado políticamente en las Juventudes Socialistas, pero su capacidad para gestionar un banco se encuentra todavía por demostrar ante la opinión pública. El Banco de España ya se ha hecho sin embargo una idea de cómo ha sido la gestión de Antonio Pulido en los últimos años: “Deficiente”, sentencia en el informe fechado en noviembre de 2010.
La conclusión es demoledora. Si Miguel Ángel Fernández Ordóñez, gobernador entonces del Banco de España, ha calificado a Caja de Ahorros del Mediterráneo como “lo peor de lo peor”, Cajasol merece calificativos durísimos por parte de los inspectores. No se creen el plan de negocio que ha presentado Cajasol, ni la información que aporta, critican que en tres años no se haya vertebrado la fusión entre San Fernando y El Monte y, sobre todo, alertan de que resulta imposible que Cajasol continué en solitario. Si debe provisionar aquellos activos dudosos y adjudicados encontrados durante la inspección, sus fondos propios quedarían en negativo (-254 millones de euros). No puede “afrontar en solitario los dos próximos ejercicios”, dice el informe.
Los datos del Banco de España muestran que la situación es mucho peor de lo que reconocía Enrique Goñi, director entonces de Caja Navarra y máximo responsable de Banca Cívica, cuando se le preguntó la pasada primavera por qué eligió a Cajasol como socio en 2010: “Los socios incorporaban, todos, características que, en función de la evolución del ciclo, podían ser más o menos contributivas”. Es decir, Cajasol aportaba el 65% del margen financiero, pero también mayor morosidad. “Los consejeros de Cajasol nos decían que cómo era posible que siendo esto así ellos solo tuvieran el 29% del banco. Porque ellos costaban más y consumían más provisiones”, explicaba Goñi.
Dicho así, puede parecer lógico. Pero los números que muestra el Banco de España rebaten esta realidad. La morosidad no es que sea algo más alta: roza ya en 2010 un catastrófico 18% -aún ha de seguir escalando al menos un par de años- y la rentabilidad de la que habla Goñi se encuentra inflada. Cajasol está anotando como ingresos por intereses lo que únicamente son previsiones que seguramente no se cumplan, porque esos préstamos refinanciados no se van a pagar. “Y los intereses de mora suelen ser mucho más elevados”, recordaba esta semana un trabajador de la antigua Caja Navarra. Ingresos ficticios e improbables, una morosidad real que más pronto que tarde hay que reconocer. Una situación dramática. Según el eufemismo del Banco de España, en noviembre de 2010, Cajasol no puede seguir en solitario mucho más tiempo. Su integración es “muy conveniente”. Pero, si tu vecino no te quiere, ¿a quién buscas? Pues a alguien con la necesaria ambición, que también necesite adquirir tamaño y que, por no poseer la suficiente solvencia, no vaya a poner tantas pegas como Médel. O que se encuentre tan desesperado como Cajasol.
“Aquí a nadie le obligan a fusionarse”. La frase es de 2012 y la pronuncia un alto directivo bancario en Navarra. Suena muy rotunda, quizá exagerada, pero refleja una realidad. El Banco de España tiene capacidad para intervenir entidades que amenacen ruina, pero no lo va a hacer con las que se encuentran sanas, mucho menos si cuentan con el respaldo de un gobierno autonómico. De hecho, no es hasta febrero de 2011, cuando a través del Real Decreto 2/2011 aprobado por el Ministerio de Economía, distingue entre aquellas entidades que deben buscar capital privado y las que no tienen que hacerlo.
Para entonces, Banca Cívica ya ha incorporado a Cajasol, sin que el Gobierno de Navarra haya dicho nada. “Yo me puse en contacto con el Banco de España para saber, hablando en plata, qué era eso de Cajasol”, explicaba en diciembre en el Parlamento de Navarra Álvaro Miranda, consejero de Economía y Hacienda, y en cuyo departamento recaía el protectorado de Caja Navarra. “Y el máximo responsable entonces del Banco de España me dijo que era una integración perfectamente asumible, deseada y buena para todos. Esa fue la respuesta”, señaló Miranda. Es decir, el Banco de España ha trasladado al Gobierno de Navarra, según dice ahora Miranda, algo muy diferente de lo que refleja un informe recién redactado.
Al parecer, tampoco los directivos de Caja Navarra han encontrado en los balances de Cajasol nada que los arredre. Con la vista puesta en una salida a Bolsa en cuanto sea posible, el equipo de aquella Banca Cívica inicial, gobernada por Enrique Goñi, da luz verde a la integración de Cajasol tras firmar un documento en el que admite que, en el escenario tensionado, la pérdida de Cajasol alcanzaría los 2.122 millones de euros, frente a los 2.736 millones de Banca Cívica a tres.
Pero es que Cajasol esconde en sus tripas una sociedad inmobiliaria (Credifimo) que ha titulizado préstamos incobrables. El Banco de España considera que su estado es crítico ya en marzo de 2010 y alerta de que las pérdidas serían “difícilmente asumibles por la matriz”. Aquello estalla dentro de Banca Cívica a finales del verano de 2011, cuando se conocen las reclamaciones presentadas a Credifimo, y suena de fondo la música de la crisis de deuda griega. Una segunda recesión llama ya a las puertas. El Banco de España, que cifra en 500 millones de euros las pérdidas, relata que Cajasol ha ocultado durante meses las reclamaciones y ha ido refinanciando y reestructurando unas deudas que afloran, explicaba Koldo Martínez (Geroa Bai) en su interrogatorio a Barcina, “en el momento en que las pérdidas están mutualizadas en Banca Cívica”.
La realidad es, por tanto, mucho peor de lo que se ha presentado. Los órganos de gobierno de Caja Navarra, generosamente retribuidos con dietas incluso por acudir a charlas, han aprobado la entrada de Cajasol sin inmutarse. Incluso en Caja Burgos, en mucho peor estado que Can, surgen dudas. No en Navarra, donde la alianza entre UPN y el PSN tiene más salud que nunca. Tras el susto de 2007, hay que amarrar el poder, cueste lo que cueste. José Antonio Asiáin, el último presidente de Caja Navarra, tampoco dudaba hace tres meses, cuando acudió al Parlamento de Navarra a explicar el final de Caja Navarra. “Por parado´jico que pueda parecer, yo estoy más satisfecho de la segunda etapa (2008-2012), de cómo capeamos el temporal, que de la primera, de co´mo navegamos con el viento en popa (2002-2008). Y si hay ocasión ya explicaré por qué”.
Juan Ángel Monreal, en Diario de Noticias
No hay comentarios:
Publicar un comentario