Con la vuelta a la actividad del curso político, han vuelto las sesiones de la comisión que investiga ¿Qué pasó en Caja Navarra?. Esa desaparición que algunos se empeñan en negar bajo el eufemismo de transformación en CaixaBank. El hecho cierto es que aquella Caja tutelada por el Gobierno de Navarra, con su aportación tributaria, con el relevante efecto directo e indirecto que generaba en nuestra economía, con el compromiso con iniciativas estratégicas navarras más allá de su aparente rentabilidad económica, con su centro de decisión aquí… aquella Caja Navarra ha desaparecido.
Con el mismo empeño y los mismos intereses, quienes niegan esa desaparición afirman que “esta comisión no está sirviendo para nada”. Es cierto que la maraña de datos, informes y cifras pueda hacer que parte de la ciudadanía se pierda. Pero una cosa está clara: cada vez se sostiene menos aquel relato (cuento, podríamos decir) que los responsables de aquel proceso de desaparición llevan años repitiendo machaconamente.
Ese relato expresado por Enrique Goñi en el Parlamento: “Lo que ha pasado ha sido una tormenta regulatoria unida a una debacle macroeconómica, con una desaceleración súbita, una crisis de confianza y una falta de liquidez tremenda. No hay más que ver qué ha pasado con los bonos soberanos. Eso ha pasado ¿Lo había previsto alguien? No, señorías”. Si eso es lo que acabó con Can, ¿por qué no sucedió lo mismo con todas las Cajas de nuestro entorno geográfico que hoy existen como Caja Rural, Laboral Kutxa, Ibercaja o KutxaBank? O aquella otra explicación del mismo señor Goñi: “Banca Cívica fue un proyecto útil, aunque interrumpido. ¿Por qué útil? Porque permitió la integración en Caixabank, que de otra forma no hubiera sido posible”. ¡Como si hubiera sido el destino prefijado por un visionario!
En esta comisión hemos contado con información proporcionada por la Audiencia Nacional, la UDEF, el Banco de España, etcétera, que no teníamos antes. Hemos contado con el testimonio impagable -basado en datos- de los dos directores generales anteriores al señor Goñi. Hemos conocido los episodios de una gestión nefasta, caótica y megalómana -tanto en los años de bonanza económica como en los del inicio de la crisis- que nos ha permitido descubrir que se había llegado a pérdidas en la actividad ordinaria de Can y que los índices de solvencia bajaron casi al mínimo permitido por la ley. Como un edificio al que se le añaden alturas pero sin profundizar los cimientos, la etapa de Goñi fue el inicio del tambaleo que con la entrada de CajaSol terminó en hundimiento.
También hemos sabido de las compras inexplicables de terrenos baldíos o de participaciones de empresas en las que se pierde el 100% de la inversión. Hemos visto con datos escandalosos que, al mismo tiempo que la Can se iba deteriorando, los ingresos personales del señor Goñi se iban multiplicando. Es decir, que Goñi cobraba más aun cuando peor le iba a la Caja.
Y que cuando llega el momento de las dificultades -esa etapa de la que el señor Asiáin está tan orgulloso-, hemos comprobado que la dirección de la Can elige la peor de las opciones con su decisión de participar en la creación de Banca Cívica, sobre todo con una CajaSol con un volumen de pérdidas esperadas mayor que el de sus fondos propios, lo que nos indica que la caja andaluza podría estar cercana a la quiebra en el medio plazo, a medida que dicha pérdida se fuera materializando. Para fortuna de los andaluces, fue Caja Navarra, quien a través del acuerdo de mutualización, absorbió la mayor parte de esas pérdidas generadas en Andalucía.
Así lo confirma la demoledora due diligence(DD) que encarga CaixaBank antes de comprar Banca Cívica. Una DD que muestra una Banca Cívica cuasi quebrada por el gran volumen de activos deteriorados que trajo consigo CajaSol. Y el acta en el que CaixaBank valora en cero euros los fondos propios aportados por Banca Cívica. A cambio el banco catalán obtendría un interesante fondo de comercio y unos cuantiosos créditos fiscales que le permitirían en los años siguientes un importante ahorro en impuestos que Hacienda Foral dejaría de recaudar. ¿De verdad alguien puede decir que Navarra no pierde nada si deja de ingresar lo que le correspondería?
La triste desaparición de la Caja centenaria de todos los navarros y navarras, que pasó de contar con un patrimonio de 1.200 a 200 millones de euros, se produce con la dejación de funciones, desidia y/o colaboración de un Gobierno de Navarra que tenía estatutariamente la obligación de tutela de la Caja. El de Navarra fue el único Gobierno del que no consta que decidiera algo en este proceso, a diferencia de las juntas de Canarias, Castilla y León y Andalucía, que sí lo hicieron sobre el futuro de sus respectivas Cajas.
Estos datos y otros muchos que no caben en un artículo de opinión los hemos ido conociendo en estos meses al paso de técnicos, directivos y exdirectivos de Can por la Comisión de Investigación. ¿De verdad es sostenible que esta comisión no está sirviendo para nada? Esto solo se puede afirmar desde la ignorancia o desde el deseo de mantenimiento de desinformación.
Nos enfrentamos, sí, a una conspiración de silencio de determinados medios y fuerzas políticas implicadas, pero también contamos con una creciente participación y ayuda de exempleados de Can y de exclientes enfadados que día a día nos dan nuevas pistas y nos piden, nos exigen, que no cedamos en esta búsqueda de la verdad sobre las causas de la desaparición de Caja Navarra.
Koldo Martínez, portavoz parlamentario de Geroa Bai (publicado por Diario de Noticias)
No hay comentarios:
Publicar un comentario