domingo, 20 de agosto de 2017

DEL PAZO AL CAZO

Por desgracia, hay asuntos de mayor gravedad que merecen extensa información y profunda reflexión. En el ejemplar de hoy y los de días anteriores desde la tarde del jueves se viene reflejando en este periódico. Pero no. Por ello va a pasar desapercibida esa víbora de verano del Pazo de Meirás, veneno puro agazapado en el nido de un franquismo que nunca acaba del todo. El asunto del pazo, por simplificar, va de un nuevo negocio de la familia Franco y la comprobación de que lo más rancio del franquismo no solo aún colea sino que se chulea y participa del negocio.
Para ilustrar al lector poco curtido en las historias protagonizadas por el Caudillo, o sea, por el más sanguinario dictador europeo después de Hitler, conviene explicar que el Pazo de Meirás es una finca con palacio ubicada en la localidad coruñesa de Sada. Tras diversos avatares históricos y variados propietarios, la finca perteneció a la escritora Emilia Pardo Bazán y a sus descendientes tras su fallecimiento en 1921. En 1938 las autoridades franquistas coruñesas desalojan a la familia propietaria y deciden ofrecer el palacio al golpista Francisco Franco como residencia de verano. Se constituyó una comisión con el fin de acondicionar el pazo y recaudar el dinero necesario para ello por medio de donativos forzosos. A funcionarios y trabajadores de empresas privadas se les restó parte de su salario, y se obligó a los ayuntamientos de la provincia a aportar como mínimo el 5% de la recaudación del impuesto de la contribución “para que nadie pueda mañana considerarse postergado si su deseo es contribuir con su grano de arena para el Pazo del Caudillo”.
Y ahí se instalaron, tan ricamente, el dictador y su familia en veranos de lujo y pleitesía, recibiendo la reverencia de las autoridades y las primicias de los productos de la tierra sudados por los lugareños. En 1975 Franco murió, en la cama, y la familia siguió ocupando el pazo en veranos locos y expoliando furtivamente objetos de valor. Obviamente, el mantenimiento de semejante finca cuesta un dinero que la esposa, hija y nietos del sátrapa no estaban dispuestos a aflojar. Y, claro, recurrieron a las siempre bien dispuestas autoridades coruñesas que en tanto en cuanto fueran ideológicamente afines iban abriendo la mano. Pero en 2008 el Pazo de Meirás fue declarado por la Xunta de Galicia Bien de Interés Cultural a pesar de la oposición de los herederos de la familia Franco. Este hecho obligaba a los propietarios a abrir al público el inmueble, al menos cuatro días al mes. La familia del dictador se opuso a esta apertura en numerosas ocasiones pero la justicia rechazó sus argumentos y el 25 de marzo de 2011 las puertas del emblemático inmueble se abrieron por primera vez al público.
Y, del pazo al cazo, la familia Franco ha recibido más de 50.000 euros entre 2011 y 2013 para cumplir mal, tarde y a regañadientes las obligaciones impuestas por la declaración de bien de interés cultural, mientras se hacían reportajes a todo color para la prensa del corazón y el pazo se cerraba en agosto para que no se les molestase durante sus vacaciones.
A los descendientes del dictador, por lo visto, ese trasiego de visitas guiadas les supuso demasiado trabajo, y decidieron ceder la gestión del visiteo a la Fundación Francisco Franco que aceptó encantada el encargo porque “es una excelente oportunidad para mostrar al gran público la grandeza de la figura de Francisco Franco”, ya que “el Pazo es hoy unos de los lugares emblemáticos de Galicia y sobre él recae parte de la gloria de quien lo habitó, probablemente el español de mayor relieve mundial desde Felipe II.
Y aquí explotó el escándalo. Porque, vamos a ver: ¿por qué la familia Franco y la Fundación que le exalta tienen que repartirse subvenciones y dineros públicos a cuenta de una finca expoliada por el golpismo? ¿Por qué es legal la Fundación Francisco Franco, que se dedica a ensalzar al dictador, mientras aquí se ilegaliza todo lo que se mueve en torno al nacionalismo radical? ¿Por qué nadie les mete mano y siguen ahí con sus brazos en alto, sus correajes, sus soflamas, su chulería y su odio?
Los que sacan tajada, en puros miles de euros parasitados a los descendientes del golpista, facineroso y dictador, tienen la desvergüenza de berrear que Franco no fusiló a nadie, y que “ofreció a los caídos del Frente Popular la mayor dignidad que estaba en su mano, la de dormir el sueño eterno bajo la Cruz del Valle de los Caídos”.
Y, para que nos vayamos enterando, lo que les ocurre a los que protestan es, según esta excrecencia franquista, que “tienen la misma patología que sus abuelos y tatarabuelos y no han sido capaces de superar la frustración que Franco y el franquismo les ha provocado”.
Y mientras tanto, los Franco y su Fundación, haciendo caja.

Pablo Muñoz, en Grupo Noticias

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