En los últimos doce años ha vivido más tiempo por el mundo que en casa. Desde que el carcastillejo José Eladio Santacara saliera con su furgoneta a dar su primera vuelta al planeta en 2003 hasta que a finales del mes pasado completó la tercera, ha visitado unos 150 países, “no llevo la cuenta porque no trato de batir ningún récord”, señala, y sobre todo ha aprendido a conocer otras culturas y a respetarlas. De nuevo en casa, confiesa sentirse extraño en una sociedad, la nuestra, que “ya no me dice nada”, y aún tiene la mente muy lejos, en China, “una sociedad muy solidaria”, o en África, “donde, al contrario que aquí, donde todos estamos muy ocupados, un africano siempre tiene cinco minutos para ti”.
Santacara era profesor de Tecnología en el Instituto Navarro Villoslada de Pamplona (ahora ya está jubilado) cuando empezó a madurar la idea de dar la vuelta al mundo. A finales de junio de 2003 cogió su furgoneta Volkswagen Transporter, él la llama Ibiletxe, y se lanzó a recorrer cuatro continentes, todos excepto África, en su viaje más largo, 1.059 días y casi 150.000 kilómetros. Regresó el 21 de mayo de 2006 y el 21 de noviembre de 2007 volvió a salir con Ibiletxe, esta vez rumbo a África, el continente que había dejado pendiente. Fueron otros 55.000 kilómetros, hasta febrero de 2009, en el que califica de su viaje “más complicado”.
Entre 2010 y 2011 dio su segunda vuelta al mundo. Esta vez fue un viaje más convencional, “en aviones, trenes, autobuses y de mochilero”, durante 14 meses, 10 de ellos por China. Tanto le gustó el gran país asiático que regresó tres veces más, en estancias más breves, de entre tres y cuatro meses.
Y en octubre de 2014 inició la tercera vuelta al mundo, también en la furgoneta, como la primera. “Le hice una reparación completa, pero salí con un poco de miedo, tanto por cómo pudiera responder Ibiletxe como por mí mismo”. Y las dificultades no tardaron en llegar. “Solo llevaba visados hasta Irán y pensaba coger allí el de Pakistán en la embajada española, pero me dejaron tirado, me dijeron que era una zona peligrosa y que yo no podía estar allí”, relata. Así que dos meses después de salir tuvo que regresar a Carcastillo, 10.000 kilómetros de ida y otros tantos de vuelta. Una vez aquí, consiguió los visados que necesitaba y se echó otra vez a la carretera en abril de 2015.
“En esta tercera vuelta al mundo he hecho más o menos el viaje de la primera pero más recortado y pasando por algún otro país que antes no había visitado, como Georgia, Armenia, Fidji o Vanuatu, entre otros. Esta vez no llevó la furgoneta a Australia, sino que la envió de India a Chile, aunque él sí que recorrió todo el sur del continente australiano en un coche alquilado. De allí a América, subiendo por el continente de sur a norte, como la primera vez, y con otra sorpresa al llegar a Estados Unidos. “Hay que pedir un permiso para entrar, pero al verme los sellos de Irán y Pakistán no me dejaron, eso después de seis horas de interrogatorios y cacheos humillantes en la frontera norteamericana”, recuerda. Desanimado, regresó de México a Bilbao en avión y envió en barco a su fiel Ibiletxe, con la que ha hecho 370.000 kilómetros. “La furgoneta aún no ha llegado, la espero para el día 19”, señala.
En sus primeros viajes, Santacara se dedicó a grabar la música popular de todos los países que visitaba y recopiló un impresionante archivo con 25 gigas de música grabada, decenas de horas de vídeo y miles de fotografías. “Entonces tenía esa obsesión de la música, pero ahora he ido mucho más tranquilo. Los otros viajes eran al exterior, este ha sido al interior”, confiesa.
Ahora, de vuelta en casa, tiene sentimientos encontrados. “No es que no me encuentre cómodo, pero llego y veo la barbaridad que ha hecho Europa con los refugiados... Siento una especie de desapego de esta cultura nuestra de la que ya no espero nada”, afirma. Y se rebela contra lo que ve en los medios de comunicación. “Pongo la televisión y digo: pero qué sarta de mentiras están contando sobre ese país”, asegura desde su experiencia. Y habla y habla de otras gentes que le han marcado en sus viajes, como los chinos. “Es un pueblo mezcla de esa cultura milenaria amable y servicial de África y de esa otra occidental, de progreso e indivualismo. Las dos chocan, pero creo que todavía triunfa la primera”, afirma. También le encanta la cultura musulmana, “que no tiene nada que ver con el integrismo”. Le llaman para contar sus experiencias en charlas. “Es verdad que hay muchas cosas que contar, que compartir, pero a veces no me siento cómodo, claro que hay que sacar la pela”, confiesa.
José Eladio Santacara viaja solo. “Es duro y peligroso, pero tiene una ventaja: No discutes con nadie para tomar una decisión, es la tuya y suele ser la acertada. Aprendes a no cabrearte nunca contigo mismo”.
De momento descarta una cuarta vuelta al mundo: “Habría que ver la financiación, además la camioneta ya no está para muchos trotes y yo creo que tampoco estoy para viajar solo”. Sí que proyecta regresar a China: “He hecho amistades allí y pienso volver después del verano, también para seguir aprendiendo el chino, que me encanta”. Ahora, en Carcastillo, reflexiona sobre lo que ha vivido y llega a una conclusión: “No somos el ombligo del mundo. Vivimos en una sociedad garantista que funciona, pero yo me he sentido mucho más libre fuera que aquí”.
P.Gorria y Patxi Cascante, en Diario de Noticias
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