La polémica política y mediática, con una amplia campaña de agitación social, abierta por la propuesta del departamento de Educación para la nueva Oferta Pública de Empleo muestra en toda su crudeza la miseria del partidismo electoralista. Más allá de la mala gestión de Educación a la hora de informar y explicar a la sociedad navarra, y sobre todo a los profesionales de la enseñanza que llevan meses esperando esta convocatoria, -y que con esta polémica pueden ver peligrar sus aspiraciones-, las razones y el alcance del planteamiento, lo cierto es que la OPE corresponde a criterios técnicos y de responsabilidad política. De hecho, ya un informe del anterior Gobierno de UPN advertía de las consecuencias laborales y profesionales para un amplio sector de profesores de castellano de la implantación improvisada y acelerada del programa PAI. De aquellos lodos estos barros. Ese informe muestra la realidad del debate: la implantación apresurada y sin la adecuada cualificación docente del PAI ha generado un excedente de profesorado en castellano ante el paso del alumnado al programa en inglés, y al mismo tiempo desaconseja abrir una oposición pública de esas plazas de inglés que no cumplen los requisitos de la normativa del Estado. Obviar esa realidad pudiera llevar al Gobierno a una inmensa estafa a la sociedad y a una prevaricación penal. Es más que evidente que Educación ha sido incapaz de explicar hasta ahora el valor de sus argumentos y además ha sometido innecesariamente al euskera al debate político, cuando el compromiso del Gobierno de cambio era precisamente excluir a las lenguas de ese ámbito partidista. Pero también es verdad que a la luz de los datos objetivos hay partidos y grupos de presión interesados que han preferido alimentar un discurso tremendista antes que reflexionar sobre las necesidades de un modelo educativo en Navarra realista, cualificado y válido, en el que las lenguas se asienten definitivamente como un valor en positivo y no como un elemento de confrontación. En todo caso, Educación y los partidos que sostienen al nuevo Gobierno deben alcanzar un acuerdo que priorice las necesidades reales del alumnado navarro, sin concesiones irresponsables de coste económico inútil a la demagogia electoral o sindical. Esta en juego el compromiso de impulsar un modelo educativo propio de Navarra que apunte a una primera línea de cualificación y oportunidad y que supere las interesadas confrontaciones entre lenguas. Es otro de los retos de esta Navarra del siglo XXI.
Editorial del Diario de Noticias
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