Un informe reciente de Amnistía Internacional (AI) señala que los países del Golfo (Emiratos Árabes Unidos, Bahréin, Arabia Saudí, Omán, Kuwait, Qatar) no han acogido a un solo refugiado. Mientras que el resto de naciones en la región (Turquía, Líbano, Jordania, Irak y Egipto) han mostrado una actitud más generosa.
En los campos turcos viven alrededor de 1,8 millones de exiliados, lo que supone el 2,3 por ciento de su población, según la ONU. En Jordania, con 630 mil sirios, son el 9,4 por ciento. Pero el caso más impactante es el Líbano, con cerca de 1,2 millones de refugiados, un 27,9 por ciento son sirios.
No solo AI se pregunta por qué no actúan los países del golfo que comparten creencias religiosas, costumbres y puntos de vista. El director ejecutivo de Human Rights Watch (HRW), Kenneth Roth, escribió en Twitter a principios de este mes: “¿Adivina cuántos refugiados sirios se han ofrecido a recoger Arabia Saudí y otros países del Golfo? 0”. Es una cifra sorprendente, dada la proximidad relativa de estos países a Siria, así como los recursos a su disposición.
Probablemente, la implicación de las monarquías del Golfo en el conflicto sirio es uno de los motivos. En distintos niveles, estas potencias petroleras han financiado y apoyado a los grupos rebeldes y a las facciones islamistas que luchan contra el régimen de Bashar al-Assad.
Las autoridades saudíes han deslizado la tesis de que una llegada masiva de sirios a su territorio crearía problemas de seguridad. Riad siempre ha sido rival del actual gobierno de Damasco, y teme un afán de revancha. Un argumento que no se sostiene, porque la inmensa mayoría de los refugiados y desplazados sirios no son chiíes sino suníes, la corriente musulmana mayoritaria que tiene su epicentro en Arabia Saudí.
Otro motivo sería que ni Qatar (con una renta per cápita de 93 mil dólares, según el Banco Mundial), ni el resto de los estados miembros del Consejo de Cooperación del Golfo (Arabia Saudí, Kuwait, Bahréin, Emiratos y Omán) han firmado la Convención sobre el Estatuto de los Refugiados de 1951, una declaración de la ONU que define qué es un refugiado y sus derechos. Por lo tanto, los sirios tienen que pedir un visado para entrar y bajo sus circunstancias es complicado.
El argumento más convincente es el enorme temor de las ricas monarquías del Golfo a que una ola migratoria de musulmanes ponga en peligro su frágil sistema social y político. Arabia Saudí es un caso paradigmático. El país vive de las rentas del petróleo, y del trabajo de sus millones de inmigrantes asiáticos.
A este respecto cabe recordar que el poder político reside en una elite, encabezada por los siete mil príncipes, y el poder religioso obedece a los dictados de la facción más radical del islam, la wahabí, que otorga legitimidad a la monarquía absoluta a cambio de privilegios y control de la sociedad.
Sea como sea, Arabia Saudí y sus vecinos están ofreciendo muy poca ayuda económica para frenar el drama humanitario. Susdonaciones (en los dos últimos años y medio, solo para Siria, 500 millones de dólares entregados y hasta 1.200 millones comprometidos) al Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) o la actividad que despliegan sus organizaciones caritativas palidecen ante los cuatro millones largos de sirios recibidos en Líbano, Jordania, Turquía, e incluso Irak y Egipto.
Zenit
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