domingo, 11 de agosto de 2013

LA ESTAFA DE LA CRISIS DEL FMI

Es sabido que el Fondo Monetario Internacional puede defender, según los intereses en cada circunstancia del capitalismo especulativo, una medida en un momento dado y su contraria en otro. No le supone coste ético o democrático alguno. El FMI es un instrumento ideológico y político bajo la careta de económico con el objetivo prioritario de ser altavoz del mercantilismo depredador. Sus medidas de supuesto liberalismo económico no son siquiera libertad de mercado, sino "menos salario y más paro, y menos democracia y más autoritarismo". Ni los ciudadanos ni la democracia tienen cabida en ese espacio. Basta recordar que los tres últimos directores del FMI están implicados en escándalos judiciales. Rodrigo Rato presidió el FMI y ni se enteró del alcance de la crisis económica internacional que llegaba. Tras abandonar el FMI se le encargó la dirección de Bankia y protagonizó el final de una desastrosa gestión que ha costado a los ciudadanos decenas de miles de millones de euros. Los juzgados le esperan. Strauss Khan, quien ya se veía como futuro presidente de Francia como candidato del Partido Socialista, tuvo que abandonar el FMI para hacer frente a una acusación de violación y ahora está imputado como responsable de una red de prostitución. Y la actual directora gerente Christine Lagarde está imputada en un caso de tráfico de información privilegiada con el Gobierno de Sarkozy y en otro de corrupción con el expresidente del Olympique de Marsella. Dicen todo de la catadura real del FMI. ¿Por qué los gobiernos le hacen caso? Sus medidas son simplemente terrorismo financiero, responsable de la destrucción de economías enteras y de la exclusión social de millones de miles de familias y desempleados, gracias en buena medida a la ineficacia política y económica de los principales dirigentes europeos. Estos cinco años de crisis han demostrado que la sumisión cómplice y humillante de la democracia a unas reformas impuestas para desmantelar el Estado de Bienestar y su modelo de derechos civiles, sociales, políticos y laborales, no han detenido la desmesura inagotable de la avaricia y la usura mercantilista. Los ataques especulativos contra las economías europeas, constantes y planificados, dejan un reguero incontable de víctimas inocentes a cuenta de la corrupción que dirige los mercados financieros. Ahora, son los países occidentales quienes padecen las consecuencias de las políticas diseñadas desde el todopoderoso FMI, pero antes esas mismas políticas arrasaron Latinoamérica, Asia y África. Cientos de millones de víctimas, suficientes pruebas humanas para que se persigan los nombres y apellidos responsables por crímenes económicos contra la humanidad. En el FMI, en otros organismos internacionales que han impulsado tropelías similares, en los gobiernos y en los burócratas de la Comisión Europea que les sonríen las ocurrencias. Culpar al sistema o a los mercados por sí solo no sirve. Los responsables tienen nombre.
Diario de Noticias

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