Nada resulta nuevo. La situación y algunos de los riesgos que en el panorama político estatal hoy divisamos ya los hemos encarado. En 2004 tuvimos que afrontar un precipicio de política de confrontación muy similar encabezada por el entonces presidente del PP, José María Aznar. Nafarroa Bai fue entonces la herramienta eficaz para hacerle frente, encarnando la defensa de una Navarra que hasta esa fecha había estado deliberadamente silenciada.
Desde entonces han pasado 15 años. Los últimos cuatro, sin duda, han sido decisivos para Navarra. Por primera vez un Gobierno de progreso sustentado por cuatro formaciones políticas propiciaba un cambio institucional de calado. Quiero subrayar esta circunstancia porque la composición del mapa político de Navarra, que desde el nacimiento de Nafarroa Bai en 2004 se vio claramente reforzado en una mayoría de cambio, ha tenido en el empeño de la ciudadanía ante las urnas a su principal valedor.
La posibilidad real de alternativa a los gobiernos de UPN en 2007 y en 2011, abortada por la falta de coraje político del PSN, no consiguió desanimar el resultado en las urnas -a pesar de lo doloroso de ambos momentos- y en 2015, sin embargo, nos encontramos con que la Cámara navarra, el Parlamento foral, contaba con una mayoría democrática en la que la tradicional mayoría de UPN con los socialistas navarros perdía su capacidad de bloqueo en la gestión de nuestras instituciones forales.
Un cambio en la composición de mayorías que estos cuatro años no solo ha tenido expresión en el Parlamento y traslado en el Ejecutivo foral, sino que se ha extendido de manera incontestable en el conjunto de los ayuntamientos de las principales ciudades y localidades de Navarra.
Un nuevo tiempo que se ha demostrado clave en materia de acuerdo para la estabilidad institucional. Circunstancia que ha adquirido especial dimensión en el conjunto de la política estatal. En estos cuatro años, frente a la estabilidad vivida en Navarra, lo que hemos tenido en el escenario político español ha sido todo lo contrario. A lo largo de este tiempo hemos conocido tres legislaturas en el Congreso y cuatro gobiernos en Moncloa. Y vamos ya para el quinto. Tres elecciones generales y una moción de censura en menos de cuatro años. Un periodo que poco ha ayudado al necesario entendimiento entre el Gobierno central y el Gobierno foral, clave en una relación basada en la bilateralidad como la que rige entre Navarra y el Estado.
La estabilidad en Navarra no ha venido regalada, ni ha sido, ni mucho menos, fácil. Ha sido gracias a la capacidad de pacto entre diferentes. Quiero recodarlo: cuatro formaciones que son asimismo en su mayoría coaliciones, y que han permitido a Navarra avanzar de manera clara en todos los ámbitos. Hemos conseguido aprobar cuatro presupuestos generales de Navarra;sacar adelante más de 100 leyes, de las cuales la inmensa mayoría han sido de carácter económico y social;reducir listas de espera;complementar las pensiones;revertir recortes;crear empleo;reducir la pobreza;atender mejor a las personas en situación de dependencia…
Pero, sin duda, un elemento clave de esta legislatura ha sido la defensa de nuestro autogobierno. Venimos de años de una progresiva ola recentralizadora desde Madrid que hoy se exhibe con menos complejos que nunca. Y, ante esos ataques, Navarra ha hecho una apuesta clara e inequívoca por un mayor autogobierno y una férrea defensa de lo que nuestro régimen foral supone.
Una defensa convencida porque, sin duda, a mayor autogobierno mayor prosperidad y bienestar, pero también mayor responsabilidad. ¿Alguien se puede creer que aumentando la aportación de Navarra al Estado -como veníamos haciendo de manera exponencial hasta la llegada de este Gobierno-, que traspasando competencias como Educación al Estado o eliminando la autonomía fiscal de Navarra -como proponen algunos partidos que aspiran a gobernar en Madrid-, vamos a vivir mejor? Porque sin duda, eso es lo que está en juego. El día a día de los hombres y mujeres que componen la sociedad navarra y la manera de atender de la manera más ambiciosa, eficaz y eficiente sus necesidades. Eso es lo que se decide el próximo 28 de abril.
Nos enfrentamos a una legislatura fundamental, en la que habrá que defender el autogobierno de Navarra de aquellos que lo quieren laminar. Por eso considero necesario que la capacidad de diálogo de estos cuatro años entre las fuerzas del cambio que ha sustanciado un Gobierno estable y sólido, que ha traído bienestar al conjunto de la ciudadanía en Navarra, tenga también su representación en las próximas Cortes Generales. La apuesta recentralizadora de las derechas, arrastradas por la previsible irrupción de la ultraderecha en el Congreso y el Senado que salga de las próximas elecciones, nos exige una respuesta fuerte, firme y progresista en la defensa del autogobierno desde Navarra.
Cualquier socio con el que pretenda pactar UPN-PP o PSN-PSOE y que no pase por la suma de fuerzas que ha propiciado el cambio en Navarra, irá en contra de nuestro régimen foral. Que no quepa duda de eso. Así lo han manifestado ya, y han sido muy claros.
Por eso, ante este momento político crucial que atravesamos, va a resultar imprescindible contar con una voz propia de Navarra en Madrid. Una voz propia que no quede diluida ni supeditada a las dinámicas propias de los partidos de ámbito estatal. Una voz propia que ponga a esa Navarra plural y progresista en un primer plano.
En 2004 Nafarroa Bai demostró como un solo escaño es capaz de cambiar las cosas. Y, ahora más que nunca, un solo escaño puede volver a ser determinante en un escenario en el que el juego de mayorías seguramente quedará tremendamente abierto.La autora es miembro de Geroa Bai
En estos cuatro años, frente a la estabilidad vivida en Navarra, lo que hemos tenido en el escenario político español ha sido todo lo contrario.
Uxue Barkos Berruezo, en Diario de Noticias
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