A falta del final del recuento de votos en El Salvador, ya tenemos un claro ganador, la abstención (más del 52%) y un claro perdedor, el FMLN, lo que, sin llegar a ser lo mismo, se le aproxima bastante y da una idea clara del sentir de la población ante la clase política que la representa.
El Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional, convertido en partido político tras los Acuerdos de Paz de 1992, ha ostentado la Presidencia de la República en los diez últimos años, dos períodos electorales, el segundo de ellos con candidato propio, de pedigrí, el antiguo comandante guerrillero Leonel González, actual presidente Salvador Sánchez Cerén. Pues bien, en 2014, elección en la que resultó elegido, obtuvo en la primera vuelta un total de 1.316.768 votos. Cinco años después, el candidato de su partido se ha quedado en menos de 350.000.
Es claro que no se puede decir que toda la abstención actual sea debida a que esa enorme masa de votantes perdidos en cinco años se haya quedado en casa, existe el trasvase de votos al partido ganador, sin ninguna duda, así lo hemos podido palpar en nuestro reciente viaje a El Salvador. Pero los números resultan sorprendentes y hace cinco años la suma de todas las fuerzas de derecha en la primera vuelta, dio algo más de dos millones de votos, más o menos como ahora, no han crecido. Y entre las fuerzas de derecha hay que incluir al partido GANA, escisión de la ultraderechista ARENA, cuyo cabeza de lista Nayib Bukele es, de facto, el nuevo presidente electo.
Más allá de los análisis que a partir de ahora tendremos que oír como explicación a los actuales resultados y que hablarán acerca del cansancio del electorado hacia los partidos tradicionales, equiparándolo con lo que ocurre en otras partes del mundo con los fenómenos emergentes conocidos, o de la caracterización del ganador como “candidato antisistema”, tontería con la que definir a un personaje con carisma que ha pasado de ser alcalde de San Salvador por el FMLN a presidente de la república por GANA, toca hacer autocrítica para poder superar la actual situación, acto de contrición con propósito de la enmienda.
Porque, desde la posición del FMLN, lo que se han perdido no son las elecciones, como si de una competición deportiva se tratara, qué mala suerte o qué buen delantero tenía el equipo contrario, no, lo que se ha ido perdiendo, poco a poco, pero de forma inexorable, es el pueblo al que se dice representar y por el que, no hace mucho, se anduvo guerreando. Hay que preguntarse qué ha pasado para que después de tanto sufrimiento y de diez años de presidencia en la que, incluso los enemigos más distanciados reconocen enormes avances sociales, se haya cosechado semejante desafección. Y la respuesta, la de le gente de abajo, la que elige si vota o no lo hace, habla de partitocracia, de corruptelas y corrupciones, de institucionalización, de acomodamiento, de nepotismo, de alejamiento y traición a los principios, de olvido de las bases, de castas dirigentes. No es nuevo, pero da mucha rabia.
Pero, a pesar de todo, quiero creer que lo ocurrido en El Salvador deja, todavía, un espacio a la esperanza, que la abstención ha sido una postura activa, crítica, de un pueblo consciente que ha tomado esta decisión como la única forma de regenerar un partido que ha sido y deberá volver a ser un instrumento de transformación social.
Queda mucho por hacer.
Marcos Pérez Abendaño (Carcastillo)
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