La petición que los sacerdotes guipuzcoanos lanzaron en la misa del domingo por la tarde a los feligreses para que rezaran por Setién evidenció la extrema gravedad de una situación que se prolongó por unas horas. Las fuerzas del obispo emérito habían menguado en los últimos meses y, como había reconocido el lunes a este diario un miembro de la Fundación Etikarte, que Setién impulsó “con sus propios fondos”, el prelado ya había delegado muchas de las tareas.
“La gente no tiene por qué entrar en la vida personal de nadie para decirle que ya ha terminado lo que tenía que aportar a la sociedad”, aseguró. Con estas palabras, Setién defendió su decisión de mantener con 88 años su actividad intelectual en la última entrevista que hace dos años concedió a este diario. Un encuentro en el que, fiel a su firmeza, reconoció que no se preocupaba “de lo que decía la prensa”, sino de lo que decía su conciencia: “ Si me preguntas: ¿Hiciste algo seriamente contrario a lo que tu conciencia te decía? Pues no. ¿Quizás no hice todo lo que debería haber hecho? Eso lo acepto”.
En estas últimas intervenciones públicas, Setién llamó a la Iglesia a no ser “indiferente a los problemas sociales”, y a “hablar de la dignidad de la persona humana;no meramente de palabra, implicarse en las situaciones de las personas que están particularmente desatendidas”. No en vano, su obispado, al que accedió como auxiliar de Jacinto Argaya en 1972 y como titular en 1979, estuvo marcado por la puesta en marcha de Proyecto Hombre en el territorio, o fundaciones como Urkoa (para las personas mayores), Gizaide (para enfermos mentales) y Sarean, para la inserción laboral de los excluidos.
Una vertiente social que marcó las dos décadas de Setién y que quedó en un segundo plano por sus posicionamientos políticos y ante ETA. Una “búsqueda de la paz” ante la que, insistía, como vasco no podía estar quieto y le llevó a ofrecer a la Iglesia vasca como mediadora entre el Gobierno español y la organización terrorista.
SETIÉN Y LA POLÍTICA Como diversas voces criticaron ayer, la figura de Setién fue vinculada en más de una ocasión con ETA, aunque desde el comienzo de su prelatura, el obispo avisó de que sus “acciones terroristas no pueden ser admitidas ni justificadas por la conciencia cristiana”.
Una posición que repitió en múltiples ocasiones, al tiempo que avisaba que también era el pastor de “ovejas descarriadas”. Una de ellas fue la homilía con la que, pocos meses después de ser designado titular de Donostia, denunció “la complacencia interna” ante la violencia terrorista.
Fue en 1980, el año en el que ETA, con más de 90 asesinados, más personas mató, cuando Setién se preguntó “con qué derecho se arroga cada uno la pretensión de hablar y actuar en nombre del pueblo, cuando no se respeta el derecho que tienen todos a expresar su propia voluntad fuera del clima del terror creado por amenazas de toda índole y que no respetan siquiera el derecho a la vida”.
Este posicionamiento contra la violencia de ETA -que extendió a otras acciones violentas como GAL, BVE, abusos policiales, torturas...- no fue óbice para que Setién subrayara el carácter político de las reclamaciones de parte de la sociedad vasca y le supusiera, como mínimo, ser criticado como “equidistante”.
Ya como obispo emérito, en 2012 reflexionó sobre ETA y el nacionalismo junto al que también fuera obispo de Donostia, Juan María Uriarte. Para Setién, “la causa del dolor de quienes han sufrido la violencia no se remonta a siglos atrás, sino que es el resultado de que, hace menos de medio siglo, ETA tomara la decisión de recurrir a la violencia de la lucha armada”.
Por esta razón, aquel mayo siguiente a que la organización armada anunciara el cese definitivo de su violencia, Setién reclamó a la izquierda aber-tzale y a ETA “algo más” de lo que habían hecho hasta entonces: “Si a ETA se le exige, con vistas a alcanzar una auténtica reconciliación y pacificación, algo más que la mera renuncia a la lucha armada y la destrucción de sus estructuras militares y poner las armas fuera de uso, algo análogo habrá que esperar de quienes son los continuadores de los que configuraron la rama política” .
Más de dos décadas de episcopado difíciles de resumir a las que Setién llegó tras una prodigiosa formación en el Seminario de Gasteiz y luego, en la Universidad Gregoriana de Roma, de la que volvió a la capital vitoriana como profesor, carrera que seguiría en Salamanca. Al mismo tiempo, Setién desarrolló una labor intelectual que ha mantenido casi hasta el final de sus días y que, pese a las posiciones contrarias, ha sido reconocida por muchos de sus detractores.
REACCIONES ENCONTRADAS Como ocurrió durante su vida, el fallecimiento del obispo emérito donostiarra provocó una cascada de reacciones, la mayoría de ellas laudatorias e incluso comprensivas desde la crítica. Uno de los primeros en pronunciarse fue el lehendakari, Iñigo Urkullu, que tras alabar la “cercanía” y “generosidad” del obispo, lo definió como “persona buena, de formación profunda y vocación firme”, “un ejemplo en la Iglesia y en nuestro pueblo”.
Una línea que siguieron el diputado general de Gipuzkoa, Markel Olano, que calificó a Setién como “referente ético e intelectual de primer orden” y que “deja una profunda huella en el pueblo”, y el alcalde de Donostia, Eneko Goia, que recordó que Setién fue “injustamente” criticado por algunos de sus posicionamientos.
El jefe de filas del PNV, Andoni Ortuzar, calificó a Setién como “un hombre de su tiempo, un tiempo duro y lleno de cambios frente a los que él siempre tuvo una posición clara -gustase o no- desde sus convicciones religiosas y éticas”.
La portavoz de EH Bildu en el Parlamento, Maddalen Iriarte, también se sumó a las condolencias y recordó a Setién como “un hombre amable y afable” que “siempre abogó por el diálogo y la paz en Euskal Herria”.
Uno de los partidos críticos con Setién fue el PP, aunque el fallecimiento atemperó algunas críticas como la del jefe de filas del PP de la CAV, Alfonso Alonso, que reconoció en Radio Euskadique ayer no era “el día de incidir en las críticas, pero en mi opinión le faltó comprensión hacia las víctimas del terrorismo”, si bien subrayó el esfuerzo de Setién para “mantener viva la iglesia en Euskadi”.
El momento luctuoso no fue freno para su homólogo en Gipuzkoa, Borja Sémper, que mediante un tuit, en el que adjuntó la foto en la que Setién pasó ante una concentración de condena por el secuestro del empresario Juan María Aldaya, despachó el fallecimiento del prelado: “Ha fallecido José María Setien, quien demostró que se puede ser Obispo sin creer en Dios. En todo caso, DEP y mis respetos a su familia”.
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