Hace unos días se realizaron en el Parlamento de Navarra dos cambios legislativos que, aparentemente, intentaban reducir la violencia hacia las mujeres y alcanzar mayores cuotas de igualdad.
El primer cambio impide que aquellos medios de comunicación que inserten anuncios de prostitución puedan recibir ayudas públicas. En nuestra opinión, se trata de una medida más simbólica que efectiva ya que no es la realidad de los medios en Navarra y resulta totalmente ineficaz si lo que pretende es restringir el acceso a la prostitución. Pero lo que realmente nos preocupa es que esta medida se asienta en una determinada visión de la prostitución: negar los derechos a las prostitutas, en este caso, el derecho a anunciarse. Y aquí está el meollo de la cuestión: el no reconocimiento de que las putas sean sujetos de derecho.
Y precisamente de esta visión que algunas asociaciones y partidos políticos tienen de la prostitución, viene el segundo cambio legislativo realizado: la prostitución ha pasado a considerarse una manifestación de violencia hacia las mujeres.
Se ha modificado uno de sus apartados, el referido a la explotación sexual; este apartado recogía aquellas situaciones en las que se obligaba a mujeres y niñas a prostituirse o a realizar pornografía usando la violencia, la coacción, el engaño...
Tras el cambio aprobado, el párrafo queda del siguiente modo: «e) Prostitución y/o explotación sexual: práctica de mantener relaciones sexuales con otras personas a cambio de dinero. Obtención de beneficios financieros o de otra índole con la explotación del ejercicio de la prostitución ajena (incluidos actos pornográficos o la producción de material pornográfico), aun con su consentimiento».
No sólo se niegan los derechos a las prostitutas, no sólo se equipara toda la prostitución con violencia, es que se incapacita a las prostitutas para tomar decisiones sobre sus propias vidas, si su decisión es seguir ejerciendo la prostitución.
Entonces, ¿hay dos clases de mujeres, las que pueden decidir y las que no? ¿O dos clases de decisiones, las "buenas" y las "malas"? ¿Y quién las categoriza, por cierto? Pero este cambio no sólo supone considerar que las mujeres prostitutas están incapacitadas para decidir, si no que supone considerarlas un grupo homogéneo, donde todas están en las mismas circunstancias y situaciones, elevando la prostitución a una categoría, sin ver a las mujeres que hay detrás, con sus experiencias vitales, sus vidas personales y sus voces.
Con este párrafo, se entra en contradicciones flagrantes: hombres, mujeres trans, travestis y personas transgénero sí pueden elegir prostituirse, ese tipo de prostitución no es violencia… Entonces ¿qué es lo violento, lo que hay que erradicar? ¿El acto de prostituirse o que lo hagamos las mujeres?
Así, sólo las mujeres prostitutas pasan a ser objetos de protección, lo quieran o no. Y son protegidas por "esas otras mujeres", las que tienen el derecho a ser el sujeto del feminismo.
Flaco favor a las mujeres que están en situaciones de violencia con estas modificaciones de trazo grueso que define violencia como la práctica de mantener relaciones sexuales con otras personas a cambio de dinero.
Porque si todo es violencia, nada es violencia. Mila esker.
Rubén Oneca y Raquel del Pozo, miembros de Batzarre (en Berrituz)
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