Han pasado casi dos años desde las elecciones forales y municipales de 2015 y, lejos de los perversos augurios que algunos interesadamente han intentado propagar durante este tiempo, hoy Navarra retoma con paso firme la senda del futuro. Aquellos comicios abrieron en Navarra un nuevo tiempo que se materializó con un cambio en el equilibrio de mayorías, tras 20 años en los que Unión del Pueblo Navarro había estado al frente del Ejecutivo Foral. Así, se produjo un profundo cambio institucional que no sólo tuvo expresión en el Parlamento y, consiguientemente, en el Gobierno, sino que se ha extendido de manera incontestable en el conjunto de los ayuntamientos de las principales ciudades y localidades de Navarra, donde también ha sufrido UPN la pérdida del poder institucional.
El actual Gobierno de Navarra cuenta con el respaldo de cuatro fuerzas políticas de las siete que tienen representación en el Parlamento. Y, de este modo, Navarra goza de una estabilidad y solidez desconocida en años, que nos está permitiendo construir una Navarra más plural, próspera, solidaria y competitiva.
Pero el camino no está siendo fácil, y la situación en que UPN dejó las arcas forales a nuestra llegada constituye, sin duda, la principal dificultad. Cuando llegamos al Gobierno en julio de 2015 nos encontramos con una estampa desoladora. Una deuda de 3.323 millones de euros -prácticamente el equivalente al presupuesto de un año- a lo que hay que sumar la losa que suponen los diferentes peajes en sombra: 235.000 euros diarios para los próximos 30 años generados como deuda para los navarros en tiempos de bonanza, cuando la crisis no había ni asomado. Junto a ello, y a nuestra llegada al Gobierno, unas arcas forales absolutamente exhaustas, vacías. Sirva como ejemplo el siguiente dato: en 2007 Navarra tenía más de 1.200 millones de euros de tesorería, y cuando este Gobierno llegó, no había más de 50... Una envenenada herencia en la que destacan sólo como ejemplos los 100 millones de euros anuales en concepto de intereses de la deuda o el rosario interminable de sentencias que desde los tribunales exigen al Gobierno que yo presido el pago de los errores de los diferentes ejecutivos del partido del señor Esparza. En un repaso somero citaré algunas de las deudas que nos encontramos al llegar: los 48 millones de euros previstos en pago por sentencias en torno a la Ciudad del Transporte, los 10 millones de euros pendientes de abono a los docentes interinos, 12 millones de euros para la finalización del Pabellón Navarra Arena, 1,5 millones de euros de deuda de la Orquesta Sinfónica de Navarra, 9,4 millones de euros correspondientes a convocatorias para jóvenes agricultores de 2013...
En definitiva, desorden y desastre administrativo. Pero sobre todo, Navarra y su ciudadanía, sus hombres y mujeres necesitan más de un millón de euros al día para atender compromisos que no se pagaron en mandatos anteriores o para atender errores cometidos en los mismos. ¡Ese es el verdadero estado de la cuestión en Navarra! Comprendo que en el cómputo total de las cifras españolas, éstas pueden parecer cantidades no comprometedoras. Pero, en nuestra comunidad, donde las dimensiones de población explican la diferencia en las dimensiones financieras, ese millón de euros diarios dificultan seriamente nuestras posibilidades de mirar al futuro con inversiones y con ambición.
Esto en el terreno económico, porque en el social Navarra sufría una situación igual de alarmante. Unas inadmisibles listas de espera en la sanidad pública que se duplicaron en la pasada legislatura, recortes del 25% en las ayudas a la dependencia o falta de presupuesto para atender prestaciones garantizadas como la Renta de Inclusión Social.
Y hay más: en la rica y próspera Navarra, en esta comunidad rica en agua, una parte importante de nuestra población en la Ribera de Navarra sigue sin tener agua de boca de calidad, sigue sin poder abrir el grifo en casa para poder dar de beber a sus familias. Ése es el verdadero estado de la cuestión; ésa y no otra es la herencia que nos hemos encontrado tras 20 años de sucesivos gobiernos de UPN. Y éstas son las cuestiones que de verdad preocupan al Gobierno de Navarra, a diferencia de las que ocupan al portavoz regionalista Javier Esparza, preocupado -o más bien agazapado- en la "cuestión de Estado".
UPN, tras 20 años en el Gobierno Foral e incapaz de articular una oposición constructiva, insiste en dibujar de modo irresponsable un panorama apocalíptico de Navarra que no se corresponde con la realidad. Su actual presidente sigue la estela de quienes le han precedido en momentos similares, e invoca el eterno "Navarra cuestión de Estado" para disfrazar y esconder su falta de rigor, su falta de propuesta y, en definitiva, su falta de proyecto para Navarra buscando el cobijo de un supuesto ámbito superior de poder.
Y así, fija su mayor preocupación en la posibilidad de que aquellos municipios navarros que democráticamente así lo decidan puedan hacer ondear la ikurriña junto con el resto de sus símbolos oficiales. Se le olvida al señor Esparza, al apuntar esta cuestión como una de las mayores amenazas para Navarra, que siendo él alcalde durante cuatro años la ikurriña ondeó en el Ayuntamiento de la localidad navarra de Aoiz, tanto en el Salón de Plenos como en su fachada, y lo hizo con total normalidad. Frágil memoria la que sustenta la "cuestión de Estado"...
Pero más grave aún es su actitud de ataque y desprecio al euskera, lengua propia de Navarra. Tras 20 años de gobiernos de UPN no llega al 1% de la plantilla de la Administración la que tiene perfil bilingüe. Y para ilustrar la dimensión de la insensatez diré que entre los 5.812 empleados del Complejo Hospitalario de Navarra sólo existe una plaza bilingüe. ¡Una! Más rocambolesco, si cabe, que en Navarra -donde miles de niños y niñas cursan sus estudios en euskera tanto en la red pública como en la concertada- no se haya convocado en 20 años una sola plaza en euskera para las bibliotecas de la comunidad... Débil balance para sustentar la "cuestión de Estado".
Y ahora, en su insistente cruzada contra esta lengua, quieren dar al traste con la autonomía municipal no permitiendo que aquellos ayuntamientos que lo deseen, siempre dentro del marco normativo y por voluntad mayoritaria, puedan cambiar su estatus respecto al euskera, pasando a integrar la zona lingüística mixta. Mal argumento el de atacar la competencia municipal para defender la "cuestión de Estado". El señor Esparza también denuncia que EH Bildu es una de las cuatro fuerzas que sustenta al Gobierno de Navarra, pero lo hace volviendo a pasar por alto que se trata de una coalición legal con la que, por cierto, UPN ya aprobó en su día presupuestos en localidades navarras como Tafalla y Olite o con la que, sin ir más lejos, en la actualidad gobierna en la localidad de Andosilla.
Estos esfuerzos por criminalizar el cambio en Navarra, ese afán por pegarse a las faldas de la cuestión de Estado delata debilidad política y un solo objetivo: recuperar el poder que las urnas democráticamente decidieron traspasar. Por suerte, y frente a esa imagen caótica que de modo imprudente el señor Esparza trata de trasladar recurriendo a mentiras y medias verdades, Navarra avanza con paso firme. Así lo evidencian los dos Presupuestos Generales que hemos aprobado en tiempo y forma después de tres años de cuentas prorrogadas. Así lo demuestra el hecho de que Standard & Poor's mantenga la calificación crediticia en el nivel A, dos puntos por encima del Estado. O que Navarra durante estos dos años de mi Gobierno haya conseguido la financiación más barata de su historia.
Así lo atestigua también el hecho de que Navarra, según la última Encuesta de Población Activa, sea la comunidad con menor tasa de desempleo, la primera región a nivel estatal con mayor peso industrial en su economía o la comunidad cuya sanidad pública logra la mejor nota de todo el Estado. Y, todo ello, manteniendo una relación firme pero leal y normalizada con el Estado con el que compartimos contactos fluidos para la actualización del Convenio Económico o con el que tratamos de llegar a un acuerdo ante los recursos presentado contra leyes forales.
Por lo tanto, Navarra vuelve a estar en marcha y avanza con paso firme, convencida de que lo que tenemos por delante es mucho mejor que lo que estamos dejando atrás. Y con unos valores claros, como son la apuesta por las personas, la cohesión social como principio y fin último, el compromiso con una sociedad innovadora a todos los niveles, respetuosa y abierta, que entiende la pluralidad como una de nuestras mayores fortalezas. Una Navarra a la que le va bien y cuyo futuro afortunadamente ya no está ligado al de UPN. Tal vez sea eso lo que tanto le molesta al señor Esparza.
No es cuestión de Estado; es cuestión de futuro.
Uxue Barkos Berruezo, presidenta de la Comunidad Foral de Navarra.
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