Mañana comienza en Iruñea el juicio de Kukuxumusu contra su creador, Mikel Urmeneta. El nuevo gestor cree haber comprado todo el «universo Kukuxumusu» para el pasado, presente y futuro, mientras Urmeneta reivindica los derechos de los artistas.
En el contexto de la crisis, es común y hasta cierto punto normal que los intereses contrapuestos que conviven en las empresas lleguen hasta los juzgados. Pero no cabe duda de que el caso de Kukuxumusu es especial. En abstracto, es la demanda de los nuevos gestores de una empresa que litiga contra su fundador por el producto y sus derivados comerciales tras haberla absorbido. En realidad, es cuando menos la pelea a muerte entre Ricardo Bermejo, publicista conocido en Iruñea por su ligazón con la extinta Caja Navarra (CAN) e inversor que recapitalizó Kukuxumusu con la idea de reflotarla, y Mikel Urmeneta, uno de los fundadores de la marca y creativo de estirpe con proyección global. La demanda de Bermejo afecta también a la libertad creativa y al derecho de los artistas a tener algún control sobre sus obras.
Conviene mirar un poco atrás para ver cómo se ha llegado hasta el juicio que tendrá lugar en los juzgados de Iruñea entre mañana y el jueves, que oficialmente trata sobre los derechos de dos empresas, Kukuxumusu, por un lado, y Katuki Saguyaki, por otro, para utilizar los personajes y creaciones que han caracterizado a la marca sanferminera.
Como dice la canción, un 7 de julio la conocí. En 1989 Urmeneta, Koldo Aiestaran y Txomin Domínguez de Bidaurreta lanzan la marca en plenos sanfermines, con las creaciones de Urmeneta como estandarte. El éxito es inmediato y el crecimiento bestial. En pocos años pasan de ser una majadería de pueblo a alcanzar dimensión global, con puntos de venta en casi cien países, potentes campañas, alianzas y éxito de público y crítica. Al principio la relación con las instituciones es distante, con episodios de conflicto como el rifirrafe con el alcalde Javier Chorraut a cuenta de, entre otras cosas, unas pegatinas satíricas.
En este periodo, Kukuxumusu es una especie de tercera vía entre el oficialismo que empuja las fiestas hacia una feria castiza y casposa y unas fiestas populares que sobreviven buscando rendijas a las normativas y alquilando locales desde donde contraatacar. La fiesta, canalla y hedonista por naturaleza, trasciende a estas batallitas. Pero Testis y su manada dan oxígeno a los sanfermines con una visión contracultural –pero de mercado–, gamberra –pero apta para familias– y vasca –con una naturalidad que supera las pruebas del algodón censor–. Enriquecen y proyectan el patrimonio cultural.
El orgullo aldeano de tener a un local hero empresarial con dimensión planetaria amaina suspicacias. Bien es cierto que entre los vascos el éxito está siempre bajo sospecha, y algunos no acaban de tragar a Mikel y «su rollo».
El establishment cultural del Estado, en cambio, le adora por su creatividad, su simpatía y sus ideas de bombero. Hasta “El País” le cede tribuna.
En su defensa hay que decir que Kukuxumusu, y en particular Urmeneta, ha sido una de las empresas que ha actuado más limpia y ecuánimemente con todos los medios. Sin ir más lejos, en el nacimiento de NAIZ, Urmeneta le da la bienvenida desde su terraza en Nueva York. El año pasado, una vez fuera de la empresa, cedió a GARA una espectacular foto del chupinazo que ilustró la primera página.
Y cuando parecía que estaban en la cresta de la ola, llega el tsunami. La crisis machaca a la empresa, que por su dimensión se ve afectada financieramente. No tiene cash y no le refinancian la deuda. Instituciones y banca la dejan caer. Sufren un recorte bestial y padecen el coste social de los despidos, en muchos casos de personas que tenían relación personal con los fundadores. Pasado el primer susto, es evidente que Kukuxumusu necesita refinanciación, y ahí llega Ricardo Bermejo. En 2014 compra las acciones de los socios de Urmeneta, un 66% del capital, y se convierte en el administrador único. La alianza resulta chocante porque el background clientelar de Bermejo –que tal y como refleja el libro “El banquete” está asociado al régimen y a la CAN–, casa mal con el espíritu creativo, libertario y vasquista de Urmeneta. Tras el alivio del principio, llega la tormenta. Los choques de criterio entre fundador y dueño son cada vez más fuertes. Urmeneta, que oficialmente mantenía el cargo de director creativo y un sueldo de alrededor de 200.000 euros anuales, acabará siendo expulsado en junio de 2015. Eso sí, mantiene el 33% de las acciones.
Visto desde fuera, es evidente que en ese periodo el estilo se va desdibujando. Aun siendo de parte, la carta abierta de Txema Sanz tras su salida de la empresa [goo.gl/VoyLhF], revela un panorama desolador para la firma. El que fuera uno de los principales ilustradores de Kukuxumusu denuncia cómo se cambia el sistema y el estilo de trabajo, se retocan las ilustraciones y se va perdiendo la confianza.
Un toro azul y cinco artistas a juicio
Tras la salida de Urmeneta y gran parte de su equipo creativo, Bermejo apuesta por mantener las líneas generales de lo que había sido Kukuxumusu, incluidos sus personajes icónicos. No obstante, la trifulca sale a la luz. La pelea es por el «universo Kukuxumusu» y en el horizonte aparece el riesgo de la judicialización. Entre el cabreo, la desolación y su espíritu «jodedor», Urmeneta lanza en marzo pasado Katuki Saguyaki junto con sus amigos y dibujantes Txema Sanz, Belatz, Marko y su hermano Asisko. En su nacimiento hay un punto reactivo, pero también bosquejan un modelo empresarial diferente del desarrollado en Kukuxumusu. Bermejo les denuncia y en vísperas de sanfermines un auto impone medidas cautelares, prohibiendo «a Urmeneta y sus colaboradores reproducir, transformar, comunicar públicamente y distribuir los dibujos cuyos derechos económicos fueron cedidos en exclusiva a Kukuxumusu». Un palo.
Los trabajadores de la actual Kukuxumusu, alrededor de 30, viven con preocupación esta situación e intentan mantener la rutina en medio de la vorágine. En general, son críticos con Urmeneta y, sin negar la relevancia del artista y fundador, reivindican el carácter colectivo de lo logrado. La empresa, siguiendo el consejo de sus abogados, prefiere no hacer declaraciones y esperar al juicio.
La postura de Urmeneta en este juicio la expresa perfectamente Sanz en la mencionada carta: «su pretendido universo Kukuxumusu [en referencia al que quiere recrear Bermejo], es una pequeña porción de un cosmos inabarcable de estilos muy diferentes creados por Mikel y el resto de dibujantes y del que la empresa solamente puede explotar los dibujos concretos cedidos y cobrados por los autores».
Urmeneta cuantifica en unas 5.000 las ilustraciones que estarían legalmente en poder de Kukuxumusu. Defiende que no se cedieron los personajes, sino los dibujos particulares. Señala la imposibilidad de cercenar legalmente el estilo de los artistas, el absurdo de que se restrinja la capacidad de crear y reinterpretar sus propios personajes.
Atendiendo a las leyes, las pruebas, los testimonios, los contratos y las consecuencias de su sentencia, un juez deberá ahora valorar quién tiene la razón. Si no acierta a ponderar los derechos, la cornada puede ser fatídica y dejar además un reguero de dañados.
Iñaki Soto, en GARA
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