Ha pasado un año desde que la Troika y el BCE cerraron los bancos griegos e impusieron controles de capital. A lo largo de ese tiempo, esos mismos responsables han tratado de hacer recaer la culpa de su desvergonzada violación de la lógica de una unión monetaria sobre la Primavera de Atenas y la determinación del pueblo griego de escapar de sus cinco años de esclavitud por deudas.
No olvidemos que…
Más de un mes antes de las elecciones generales de enero de 2015, a mediados de diciembre 2014, los sondeos sugerían una victoria de Syriza. En ese momento, el BCE desató un pánico bancario de combustion lenta a través de su representante griego (el Gobernador del Banco Central de Grecia) que, asombrosamente, avisó de una “escasez de liquidez” que estaba a punto de afectar a los mercados griegos (una declaración de primeras histórica para un responsable de un banco central ). Fue la primera salva disparada contra el inminente gobierno de Syriza y un antecedente de los controles de capital que iban a ser en todo momento el arma de la Troika contra el gobierno anti-Troika de Grecia.
El 30 de enero de 2015, tres días después de que el nuevo ministro de Economía, Yanis Varoufakis, tomara posesión de su cargo, el presidente del Eurogrupo, Jeroen Dijjselbloem, le comunicó en términos que no dejaban lugar a duda que las opciones del gobierno de Syriza estaba clara: o firmar el plan de la Troika, para renegociar radicalmente el cual había logrado Syriza su mandato, o los bancos cerrarían en un mes.
El 4 de febrero de 2015, sin ninguna lógica tangible, el BCE se desconectó de los bancos griegos, remitiéndoles a la Ayuda de Liquidez Emergente del Banco Central de Grecia. Fue el antecedente de los cierres de bancos y los controles de capital (la ”solución chipriota”, tal como se la denominó) con los que la Troika trataría de sojuzgar al primer ministro griego, Alexis Tsipras.
Para mediados de abril, un funcionario de alto rango del BCE, y pocos días más tarde el Gobernador del Banco de Grecia, alentaron a Yanis Varoufakis a introducir controles de capital. Naturalmente, se negó sobre la base de que : (a) los controles de capital contradicen todo el sentido y la lógica de una unión monetaria, y (b) las circunstancias exigían un acuerdo honorable sin controles de capital u otras, así llamadas, ‘soluciones’.
Para diciembre de 2014, el reducido equipo en torno a Alexis Tsipras que formaría (tras el 25 de enero de 2015) el núcleo del equipo negociador del nuevo gobierno había acordado tres contramedidas (siguiendo propuestas redactadas por Yanis Varoufakis), contra el BCE, para cuando o para el caso de que el BCE actuara para cerrar los bancos de Grecia e imponer controles de capital. Esas tres contramedidas eran: (a) Dar señales al BCE de que cualquier movimiento encaminado a cerrar los bancos griegos desataría por parte del gobierno griego una reestructuración unilateral de los bonos del Estado griego en manos del BCE (algo que el BCE querría evitar a toda costa, dadas sus repercusiones sobre la situación de sus programas de operaciones monetarias sobre títulos (OMT) y facilitación cuantitativa (QE), (b) Establecer un sistema de pagos digital paralelo con denominación en euros y (c) Cambiar la ley que rige el Banco Central de Grecia para recuperar la soberanía nacional sobre el mismo.
En algún momento entre marzo y finales de abril, contra las recomendaciones de Yanis Varoufakis, el primer ministro Tsipras comenzó a derivar hacia un punto de vista según el cual no debían activarse las tres contramedidas (véase 5 supra). Así pues, la Troika, teniendo noticia de que el gobierno de Atenas no reaccionaría a los cierres de bancos de modo que dañara al BCE, dio luz verde a que el BCE prosiguiera con ellos…y con la imposición del control de capitales.
Pese a la privación, la incertidumbre y la asfixia de liquidez causadas por el cierre de los bancos y los controles de capital, el pueblo griego respondió valerosamente al gobierno, con ese notable 62% de voto OXI. Dijeron, en otras palabras, NO al chantaje de la Troika y ordenaron al gobierno que siguiera luchando, con todos los medios a su alcance, por un acuerdo honorable.
En la noche del referéndum, Tsipras decidió tirar la toalla. A partir de ese momento, la Troika y sus ‘asociados’griegos locales empezaron a tratar de echar la culpa de los controles de capital inspirados y aplicados por la Troika a Yanis Varoufakis y a todos los que siguieron siendo fieles a los principios y el espíritu de la Primavera de Atenas.
Un año después, tras un tercer ‘programa’ ya fallido de rescate griego, los controles de capital siguen en vigor con el único propósito de recordarle al primer ministro Tsipras que sigue estando bajo la bota de la Troika.
Hoy, un año después del golpe de Estado contra Grecia dirigido por el BCE, la UE se está desintegrando. La lucha del pueblo griego por un acuerdo honorable con Bruselas se ha convertido en la lucha de todos los demócratas por salvar Europa de sus administradores incompetentes, autoritarios e históricamente cuestionados.
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