domingo, 24 de julio de 2016

EL CAMBIO, PASO CORTO Y VISTA LARGA

La sabiduría es el arte de aceptar aquello que no puede ser cambiado, de cambiar aquello que sí puede ser cambiado y, sobre todo, de conocer la diferencia”, dejó escrito el sabio emperador Marco Aurelio en sus Meditaciones hace ya más de 1.800 años. Y sobre eso, sobre lo que se puede transformar en la sociedad navarra desde un ambicioso impulso de gobierno, sobre los frenos y los muros con los que se topa esta acción y, al final, sobre la identificación serena y racional de qué es lo que se puede cambiar y lo que no -como aconseja el célebre emperador romano- conversan en estas páginas cuatro observadores que han aceptado el planteamiento que les hizo DIARIO DE NOTICIAS.
El concepto del cambio se ha convertido en Navarra en un poderoso icono que despierta grandes anhelos, ilusiones y hasta factores emocionales en amplios sectores de la sociedad. Como también temores, sensación de amenaza y abiertas resistencias en otros, muchos de ellos acomodados hasta ahora en una especie de zona de confort foral, a fuer de ser también un espacio para negocios empresariales.
Al otro lado de la barrera, hay también quienes tenían prisa por ver cumplidas sus expectativas de cambios inmediatos y en su entorno cercano, o de cumplir el imaginario particular que había albergado cada cual en su mente. Pero también hay quienes, en lugar de tomárselo como un sprint, se preparan para que el proyecto que quiere acometer el Gobierno del cambio sea una larga carrera de maratón, siguiendo el clásico y sabio principio político de paso corto y vista larga.
En esta última tesis coinciden Ana Ansa, Félix Taberna, Carlos Vilches y Ricardo Feliú. A los cuatro se les ha propuesto tomar cierta distancia de la mundanal política partidaria, salir del bosque para poder mirarlo desde fuera con otra perspectiva y aportar una reflexión más sesuda, crítica o sosegada sobre cómo perciben lo que ha pasado en la sociedad navarra durante este último año.
Y es que dentro de ese icono del cambio caben acciones de gobierno simbólicas, políticas o de pura gestión, pero también profundas evoluciones que se están produciendo en la sociedad o el proceso que pretende ir desmontando en estos cuatro años lo que se ha dado en definir como un régimen. Bien es cierto que esta última es una expresión que no termina de convencer a los expertos, que para poder aplicarla en sentido estricto al caso navarro ponen alguna pega de índole formal o terminológica desde el punto de vista de la ciencia sociológica y en su lugar preferirían usar con más rigor, por ejemplo, la voz anglosajona stablishment. Pero rigorismos aparte, lo cierto es que el vocablo régimen ha calado en la calle porque define bien un statu quo autoproclamado navarrísimo realmente existente y perfectamente identificado. Y, de hecho, los propios sociólogos convocados por este periódico no dudan en describir pormenorizadamente una maraña de redes políticas, económicas, sociales o incluso familiares que ha venido imperando y se ha ido reproduciendo en Navarra durante las últimas décadas, cuando no a lo largo de un siglo.
Con motivo del aniversario -que se cumplió anteayer viernes- de la toma de posesión de la presidenta Uxue Barkos al frente del ansiado cambio político en Navarra, DIARIO DE NOTICIAS ha querido reunir -de forma distendida en los jardines del Hotel Don Carlos primero y, después, alrededor de una mesa de trabajo en la redacción de este periódico en el polígono de Areta- a cuatro representantes de la llamada sociedad civil para que analicen y evalúen conjuntamente, desde la calma que favorecen las fechas estivales, lo que ha sido este primer año de gobierno de cambio, pero desde una perspectiva social -no tan política- y tomando la temperatura a cómo se ha vivido en la calle.

Un año de gobierno. Expectación y arranque
Al retrotraerse un año, Ana Ansa recuerda que “había en Navarra mucha expectación y un tremendo anhelo de cambio, que además aumentaba conforme se iban viendo más posibilidades de poder formar un gobierno entre diferentes”. Y todo ello empujado por la presión social. Entre que la política sea la que haya impulsado los cambios o sea la dinámica social la que haya provocado el vuelco electoral, esta médico no duda en apuntar que “la política ha ido por detrás de una sociedad plural y muy rica en movimientos sociales -asociativos, de barrio, deportivos, culturales, etcétera- que llevaba mucho tiempo bullendo y sin ese tejido no habría sido posible el cambio político”.
En cuanto a los logros de este primer curso, Ansa destaca que “a pesar de que sólo llevamos un año, el cambio sí se está notando en corto sobre todo en el giro hacia un eje social, donde se está tomando la iniciativa en apoyo a la dependencia, lucha contra el fraude, salud o educación, o la propia reforma fiscal para garantizar los servicios públicos y abordar los preocupantes problemas de liquidez económica por haber dilapidado el dinero de tesorería durante los últimos años”.
Félix Taberna coincide en reconocer este clima previo. “Había una demanda social por un cambio político, que llegó incluso a más del 60% de la población en algún estudio demoscópico, y el cambio en sí fue saludado gratamente”, admite.
Sin embargo, quien fuera parlamentario de IU en los noventa apunta cierto punto crítico en el balance de este año al precisar que “todo movimiento de cambio tiene dos acciones: el desplazamiento de un gobierno de más de 25 años y el emplazamiento -es decir, que las medidas de gobierno tomen plaza- y en este año, esta segunda acción todavía está muy verde”.
Sobre la inédita fórmula de un acuerdo cuatripartito -con Geroa Bai, Bildu, Podemos e Izquierda-Ezkerra-, el profesor de Sociología Ricardo Feliú cuenta que “cuando explico el caso navarro a compañeros de otras universidades, se asombran de que tengamos un gobierno que ha durado un año con cuatro partidos políticos, cada uno con sus culturas, con sus historias y con sus biografías, aunque también hay que tener en cuenta un elemento clave como la desaparición de ETA”.
Ansa ve también esta fórmula como un valor de pluralidad y diálogo, pero no oculta sus dificultades. “Un gobierno a cuatro es muy rico y plural, pero muy dificultoso y exige un esfuerzo de generosidad para pactar y llegar a un suelo ético común compartido. Y eso no se puede hacer tan rápido como un mero programa de gobierno”, admite.
Por su parte, Taberna echa en falta “una visión más abierta y de centralidad” en el Gobierno y un mayor liderazgo y autonomía para tomar su propia iniciativa y llevar proyectos de ley al Parlamento, “sin estar tan atrapado por las cuatro fuerzas políticas que lo sustentan”, que son las que llevan el peso y negocian la acción legislativa.

Un cambio gradual. Del suceso al proceso
Los cuatro contertulios coinciden en señalar que si alguien esperaba que durante este año se hubiera producido un vuelco en Navarra de la noche a la mañana, podría albergar ahora cierto sentimiento de decepción, pero que lo interesante del cambio es precisamente la oportunidad histórica de poder abrir un proceso gradual de largo alcance y de transformaciones sociales de fondo, pero que vayan calando con lluvia fina. Y es que “un viaje de miles de kilómetros debe comenzar por un solo paso”, que diría el antiguo pensador chino Lao-Tse.
Lo expresa de manera pirotécnica Ansa al explicar que “había una expectativa muy grande con este Gobierno, pero no se puede responder con fuegos artificiales, que quedan muy vistosos y cada uno los puede ver en su entorno de forma inmediata, pero que no son cambios de verdad”.
Entre la revolución y la evolución, la doctora apela al aplomo y señala que “hemos conseguido ilusionar a la gente, pero luego tenemos que decirle que debemos trabajar muchísimo para sacar adelante los proyectos con calma y, cómo no, también habrá errores”. Y concluye que “el cambio no lo podemos entender como un suceso, sino como un proceso;no es una mera suma de votos o un intercambio de cromos, sino una dinámica que ponemos en marcha después de 25 años de inculturación en determinados valores”.
En el mismo sentido, el sociólogo Carlos Vilches advierte de que “si nos ponemos la meta de que en un año se iba a resolver todo, el efecto para quien espera que le van a solucionar la vida es, lógicamente, de frustración individual cuando se da cuenta de que el cambio inmediato que le vendieron es muy complicado de realizar”. Por eso apela a la necesidad de aplicar cierta pedagogía social para concretar qué cambio se ofrece y cómo se pretende implementarlo.
Taberna recurre al ejemplo de la coalición izquierdista Syriza del primer ministro Alexis Tsipras en Grecia y su posterior negociación con la troika de la UE para advertir un cierto paralelismo -salvando las distancias- en que “cuando se generan unas expectativas muy altas sobre un gran cambio político, hay que conjugar el optimismo de la voluntad con el pesimismo de la razón, que diría Gramsci, y más aun en una situación económica restrictiva”.
Feliú también redunda en la idea del cambio entendido como un proceso social. “Con el término cambio tengo muchos problemas para analizarlo en un período de tiempo tan corto porque hay prácticas sociales o culturales muy enraizadas en las que aún no ha habido modificaciones y a mí lo que me preocupan son estos cambios sociales de verdad, los estructurales o de culturas políticas”. Coincide en precisar que “esto implica procesos muy largos y lentos y el cambio político muchas veces es más una consecuencia de este proceso social que una causa, aunque resulta complicado explicárselo a una ciudadanía que establece una relación muy emocional con un tipo de cambios políticos”.
Este profesor del departamento de Sociología de la UPNA percibe, sin embargo, un buen comienzo y alberga la esperanza de que en este año se ha abierto un interesante camino por recorrer. “Creo que durante este primer año, con todos los errores que se hayan podido cometer, unos públicos y otros de orden interno, el Gobierno ha estado poniendo las bases para acometer un cambio mucho más de fondo, que sí puede conducirnos a una sociedad más democrática, donde el diálogo y la negociación sean elementos fundamentales en la acción política y en la sociedad”.

Lo que queda por andar.  Los tres Sanchos
Cuenta Taberna que “se suele decir de los alcaldes que en su primera legislatura son Sancho el Fuerte porque se creen que pueden más de lo que saben;en la segunda, Sancho el Sabio porque equilibran su capacidad con lo que se puede hacer;y la tercera, Sancho Panza porque ya se tiran a la bartola” y utiliza este símil para sugerir que “si este Gobierno quiere entrar en una segunda legislatura de Sancho el Sabio, tiene que empezar a reflexionar y este primer año es un buen momento para ello”.
La necesidad de poner apellidos al cambio, de identificar claramente lo que se pretende cambiar, es otra de las ideas que se reiteraron durante el debate. “En algún momento nos tendremos que plantear cuando hablamos de cambio, de qué cambio estamos hablando, es decir, pensar qué queremos cambiar exactamente, qué necesitábamos cambiar de la historia que heredamos y qué no”, propone Ansa. Puntualiza, a renglón seguido, que “no necesitábamos tanto cambiar a fulanito o fulanita, decir que se vayan todos ya, sino de lo que se trata es de mover algunos ejes en la acción política, y estos resultados se van a ver dentro de diez años, no hoy”.
En este sentido, Ansa hace especial hincapié en el reto de hacer girar la agenda de gobierno hacia las políticas sociales. “Al término de la legislatura, tendremos que ver si realmente hemos conseguido mover un eje de gobierno en torno a lo social y si cumplimos esto, será un cambio notable porque esos son los cambios que luego quedarán”, se plantea.
También Vilches quiere ir más allá para no limitar el cambio a un plano únicamente político -“aquí hemos sido muy dados a dar excesivo protagonismo a lo institucional o lo político”, apostilla- y se pueda abrir a una transformación de alcance cultural o social en Navarra. Prácticamente esboza un ensayo sociológico al hablar de “una traslación hacia un modelo social, económico y político que, de momento, está bastante lejano en el horizonte”.
Considera este sociólogo que “está bien cambiar una estructura política fiel a la ideología conservadora, construida en 25 años de dominio, o poner técnicos que estén por la nueva filosofía de la transparencia y de pensar más en las personas que en los partidos, pero también hay que empezar a hablar de que el verdadero cambio tiene que ver con dar visibilidad, voz y empoderamiento a los organismos sociales, además de construir una cultura de participación ciudadana y eso nos lleva a un escenario a largo plazo”.

Julio Iturri, en Diario de Noticias

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