Enrique Ruano era estudiante de derecho, militaba en el que fué Frente de Liberación Popular, tenía 21 años, joven, muy joven, comprometido con la justicia social, la libertad y la democracia. Solo 21 años y no pudo envejecer, no pudo conocer la transición que ahora algunos desprecian, no pudo conocer las importantes movilizaciones de la clase trabajadora que hizo posible la democracia, no pudo conocer el desarrollo y crecimiento de las CCOO, no pudo llorar y quizás, quizás, no pudo ser un sobreviviente de la matanza de Atocha, como lo fué su entonces compañera Lola Ruiz.
No pudo, lo asesinaron, sólo tenía 21 años, pero al régimen, y eso sí era un régimen, le importaba muy poco la edad en un año 1969 que comenzó en un ambiente políticamente muy convulso, en un contexto internacional marcado por el Mayo del 68. Con huelgas de obreros y estudiantes contra el régimen franquista,y que, llevaron al gobierno franquista a decretar el estado de excepción, que suspendía garantías y establecía una censura de prensa aún más estricta de la ya existente, y que duró hasta el 24 de marzo.
Enrique, según versión oficial “se había suicidado. Que, en un descuido, había conseguido zafarse de los tres agentes armados que previamente le habían torturado; que había recorrido el diminuto piso de la calle del General Mola, hoy Príncipe de Vergara, en el que buscaban pruebas incriminatorias, sin que ninguno lograra contenerle; y que se había arrojado por la ventana” (EL PAIS, Reportaje 17 enero 2009). Un régimen que sin escrúpulo alguno hizo que el diario ABC entonces dirigido por Torcuato Luca de Tena, abundase en la versión del suicidio y publicase trozos manipulados de un supuesto diario de Enrique del que se desprendían intenciones suicidas.Trozos manipulados de una carta que le escribía a su psiquiatra, Carlos Castilla del Pino. El régimen no tan solo reprimía y en este caso, como otros, asesinaba; también vilipendiaba y mentía miserablemente, sin rubor, y por supuesto sin respeto alguno, que respeto se merecía, a sus ojos, quien osaba ser antifranquista, quien osaba luchar por la libertad, la democracia y la justicia social, y Enrique era uno de esas personas osadas. Como comentaba Lola para EL PAIS (Reportaje 17 enero 2009). "En aquella época era frecuente ir al psiquiatra. Pertenecíamos a una clase acomodada y nos habíamos puesto del lado de los vencidos. Eso te generaba muchas contradicciones. Nuestros padres no lo entendían, la gente que les rodeaba, tampoco", recuerda Lola. "Quisieron presentar a Enrique como un pobre chico manipulado por la fuerza del mal, los comunistas", pero Enrique no era un pobre chico manipulado por las fuerza del mal, por los comunistas, era un joven comprometido al que no le dejaron ver, al que no le dejaron vivir, al que no le dejaron seguir luchando por hacer realidad sus anhelos, por dar luz, color y alegría a un país y sus gentes trabajadoras con los que se había unido y comprometido.
Recordar a Enrique en este 50 aniversario de su asesinato, no es tan solo recordarle, es recuperar nuestra memoria, es un homenaje a todas las personas que lucharon por la democracia, la libertad, la justicia social.
Xavier Navarro, en Nueva Tribuna
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