De nuevo la cruda realidad se ha colado bajo los radares de asesores de comunicación, empresas demoscópicas, partidos, analistas y periodistas: Vox ha entrado de golpe en el parlamento andaluz con doce escaños que permiten a las derechas sumar mayoría absoluta, poniendo fin a 36 años de mandato socialista en Andalucía. Todas las expectativas han quedado pulverizadas: el PSOE ha caído mucho más de lo previsto, el PP bastante menos, Ciudadanos ha aumentado en más del doble su representación y Adelante Andalucía, la coalición de Podemos, Izquierda Unida y grupos andalucistas ha perdido tres escaños respecto a los que logró por separado en 2015. En el bloque conservador, la fragmentación parece ser un plus, mientras en el espacio progresista siguen pasando factura la confrontación y la abstención. Por mucho que se repita que los resultados autonómicos no son trasladables a escala estatal, el terremoto de este 2 de diciembre en Andalucía augura ecos políticos muy profundos.
Algunas lecciones urgentes asoman ya tras una primera lectura del cataclismo andaluz.
1.- La avalancha de votos a Vox, que obtiene representación en todas las provincias andaluzas, no limita sus consecuencias al poder que le brinda decidir la presidencia de la Junta a favor del PP. Ha logrado un potentísimo altavoz con el que multiplica su capacidad de contaminar los programas y discursos del resto del espacio conservador y el debate público en general. Es un partido que plantea liquidar el Estado autonómico, derogar la Ley de Violencia de Género, es antifeminista y xenófobo sin disimulos. España ha dejado de ser diferente respecto a lo peor de los movimientos reaccionarios surgidos en el resto de Occidente. Creíamos que cuarenta años de dictadura nos habían vacunado contra los fascismos, pero la megacrisis de 2008, la desigualdad que su gestión neoliberal ha desatado, los efectos nocivos que encierra una globalización imparable y un patrioterismo español disparado como reacción al reto independentista catalán son algunos de los factores que han hecho crecer a un monstruo que permanecía dormido en el interior del PP desde los tiempos de Alianza Popular. Habrá que estudiar con lupa todas las cifras finales, pero la extensión del voto de Vox indica que ha sumado apoyos probablemente de todo el arco político. El populismo de soluciones simples a problemas complejos no conoce límites ideológicos a la hora de seducir.
2.- Las derechas están movilizadas al máximo. El hundimiento de la participación en Andalucía ha castigado claramente a las fuerzas progresistas. Se equivocó Susana Díaz, se equivocó el PSOE, al plantear una campaña blanda, casi átona hasta sus últimos días, confiando en que el desgaste del PP era imparable por sí mismo y el vaticinado ascenso de Ciudadanos no tan preocupante. Creyó que los andaluces no comprarían el discurso crítico de los de Rivera, puesto que habían sido sus socios de gobierno los últimos tres años. Quizás confió en esa base clientelar que ha ayudado al PSOE a mantener el poder durante casi cuatro décadas, sin prestar la atención suficiente a las alarmas que, ya desde hace tiempo, advertían que el voto socialista caía sin freno, muy especialmente en las grandes ciudades y entre las generaciones jóvenes. Los datos indican que hacía falta movilizar hasta el último voto y advertir de forma contundente de los riesgos que se avecinaban. Incluso dio la impresión el PSOE andaluz de que se conformaba con ser el más votado, con tal de que pudiera sumar luego el apoyo de Adelante Andalucía o de Ciudadanos. Lo mismo daba. Quien juega a no perder suele acabar derrotado.
3.- Las nuevas ecuaciones a que obliga la política en estos tiempos complejos permitirán al PP, pese a seguir perdiendo apoyos, conseguir por primera vez el poder en Andalucía. Juan Manuel Moreno, quien parecía destinado a dimitir en pocos días, probablemente ocupará San Telmo. El gran objetivo de Pablo Casado era evitar el sorpasso de Albert Rivera y se ha encontrado, gracias a Vox y a la abstención, con una victoria de facto en su primera comparecencia electoral como sucesor de Rajoy.
4.- Para Ciudadanos la cita andaluza era un win or win. Ganar en cualquier caso. Si adelantaba al PP, perfecto, pero si no estaba descontado que doblaría sus escaños. Aunque otro resultado le hubiera dado la llave para permitir gobernar al PSOE no lo hubiera hecho, porque su estrategia en este 2-D poco o nada tenía que ver con Andalucía. Rivera, que no renuncia al sorpasso en el Parlamento estatal, quiere configurarse como el líder de la alternativa a Pedro Sánchez para las generales, y Andalucía era un laboratorio perfecto para probar la penetración de su discurso nacionalista español. No contaba, seguro, con la magnitud del éxito de Vox, y ahí radica el principal riesgo para Rivera de este terremoto andaluz: ¿Va a convertirse en socio, cómplice o aliado de la ultraderecha xenófoba? Si facilita al PP, que ha obtenido 26 escaños de 109, gobernar con el apoyo ultraderechista, ¿se atreverá a repetir Rivera la cantinela de que Sánchez es un “ocupa” por gobernar gracias a “populistas” y “golpistas”?
5.- Adelante Andalucía hizo lo que en teoría parecía más lógico: unificar esfuerzos a la izquierda del PSOE y hacer la campaña más andalucista, menos condicionada por la “contaminación” de los debates ajenos a esa comunidad y un programa centrado en los problemas de los andaluces más castigados por la crisis. Moderó sus aristas más radicales y no quiso entrar en la confrontación desde un extremo. Pero le ha ocurrido lo mismo que en junio de 2016 le pasó a la alianza entre Podemos e IU en las generales: no sólo no ha sumado sino que ha restado. Será inevitable una reflexión en ambas formaciones sobre las razones que llevan a una parte de sus electorados a darles la espalda cuando se alían o “se confunden”.
6.- El seísmo político con epicentro en Andalucía acaba de iniciarse este 2 de diciembre. Se abren interrogantes múltiples a los que cada protagonista deberá ir dando respuestas, y el primero ya saltó en la misma noche electoral: si en otoño de 2016 era imprescindible un pacto de las fuerzas constitucionalistas para evitar que Sánchez se apoyara en “populistas e independentistas”, ¿no sería igual de imprescindible ahora un acuerdo entre constitucionalistas para que el gobierno andaluz no dependa de un grupo ultra, xenófobo y anticonstitucional? Claro que Susana Díaz tendría que ser la primera en dar un paso atrás y retirarse.
Gurús, asesores, analistas y expertos daban por hecho que si el PSOE mantenía el poder andaluz, Pedro Sánchez aprovecharía para adelantar elecciones generales subido a la ola del éxito. En estos tiempos complejos, en los que todos demostramos saber entre poco y nada, quizás esta derrota lleve a Sánchez a prolongar al máximo la legislatura denunciando la evidencia de una derechización de la derecha y desnudando el supuesto centrismo de Rivera si este decide hacer trío con Casado y Vox.
La lección más trascendente de este 2 de diciembre debería ser, especialmente para las izquierdas, la de ese 41,35% de abstención: si damos la espalda a la política, seguirán creciendo los monstruos.
Jesús Maraña, en infolibre.es
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