lunes, 26 de noviembre de 2018

SEXO EN ADOLESCENTES Y PADRES CON TAPUJOS

Las personas jóvenes viven una realidad sexual muy diferente a la que vivimos sus padres y abuelos. Los contenidos de los medios de comunicación son distintos;el fácil acceso a contenidos sexualizados -o directamente pornográficos- a través de Internet es hoy una vivencia cotidiana que resultaba inimaginable hace apenas 20 años. Y esa realidad está ahí, aunque padres y madres queramos obviarla;actuamos, si negamos esa realidad, como el bebé que se pone las manos en los ojos y dice “no está el nene”.
El 17 de noviembre, el diario La Vanguardia publicaba un artículo titulado Adolescentes: sexo sin tapujos. Trataba de las manifestaciones celebradas por miles de estudiantes, unos días atrás, en diversas ciudades españolas. Querían acabar con el machismo en las aulasy exigían la creación inmediata de una asignatura de educación sexual “inclusiva, evaluable y obligatoria”.
Y es que, como bien decía el propio artículo, los y las jóvenes reclaman “el acompañamiento de los adultos en un tema que, generalmente, se toca poco en la familia y que incomoda en la escuela”.
 Cuando leemos informaciones así, es imposible no ratificarse en la necesidad de una correcta educación sexual y en la igualdad dentro de nuestras aulas, como plantea en Navarra el programa Skolae.
Nunca fue tan cierta como hoy aquella máxima de que “para educar a un niño/a es necesaria la tribu entera”;y más en temas de sexualidad e igualdad. Si los hijos/as no solo son tus hijos, sino los hijos de su tiempo, es necesario y urgente conocer los marcos sociales donde se está dando la socialización: sus lenguajes, sus códigos… Porque, especialmente, en temas donde se ha producido un cambio tan radical en los planteamientos y desarrollo, se encuentran desorientados y sin apoyos. Y mientras, familias, docentes y otros profesionales sociosanitarios no podemos seguir disputándonos elespacio educativocomo si fuera nuestro, cuando lo realmente importante es el derecho de la gente joven a la salud y a la educación.
Es cierto que una parte muy importante de la educación debe hacerse en grupo, donde los y las adolescentes se escuchen unos a otras y viceversa;donde se cuestione la presión social para hacer esto o no hacerlo… En definitiva: se debe generar para ello un espacio donde obtener refuerzo de sus iguales para tomar después sus propias decisiones.
Pero, en paralelo a estas iniciativas del sistema educativo, es necesario hacerse la siguiente reflexión: los valores se ven, se viven, no se enseñan en la escuela. Es decir, que debemos recordar el papel determinante que cada adulto/a hacemos dentro de la familia.
Y en la familia -los propios jóvenes lo detectan- hay temas que no se tratan, sentimientos que no se abordan, problemáticas que tratan de enterrarse. Con ese silencio, estamos haciendo un flaco favor al desarrollo humano de nuestras hijas e hijos. No, no les protegemos: les cerramos las puertas a aprender, de una parte esencial de la realidad, en el entorno más seguro que tienen: su propia casa. Les lanzamos en brazos de modelos de la industria del entretenimiento, del cine porno y de las redes sociales.
Para lograr una sociedad igualitaria es imprescindible fijar elementos clave de la educación emocional desde el ejemplo del entorno familiar, sea monoparental, reconstruida o convencional.
Porque, en la educación en las aulas, se habla de inteligencias múltiples, fomentando habilidades y destrezas varias (arte en sus variadas manifestaciones, y un largo etcétera), pero no se estimula tanto la inteligencia emocional. Aunque se ha hecho un interesante camino en infantil y primaria, la atención a esta inteligencia se va desdibujando conforme avanzan los niveles educativos, y no se presta suficiente atención a la más relevante de las competencias interpersonales.
Esa inteligencia emocional puede y debe estimularse y aprovecharse de manera intencional desde el ámbitofamiliar. La asertividad se aprende: se aprende a saber pedir y a saber decir que no;a respetarse a uno/a misma y poner límites;a reconocer y aceptar los derechos de los otros y sus límites. Para permitir ese aprendizaje, hemos de ser conscientes como padres y madres de la necesidad de acompañar a nuestros hijos e hijas en ese crecimiento, en ese desarrollo que no es solo cognitivo, sino de valores, y también, y no menos importante, está el desarrollo emocional y sensitivo que se forma, en la mayor parte, desde la imitación y el modelo familiar. Reconocer, nombrar, identificar las emociones;expresarlas adecuadamente, gestionar la ira y la frustración, saber estar en la tristeza, aceptar el no como un derecho de la otra persona… esas son las verdaderas mimbres que permitirán alcanzar una competencia relacional sana.
Hablemos con nuestros hijos e hijas, y descubramos de verdad sus inquietudes e intereses en todos estos temas. No nos tapemos los ojos. Porque ellas y ellos los tienen bien abiertos y pueden encontrar respuestas nada positivas en decenas de sitios a los que tienen un acceso fácil y rápido.

Juana García Santamaría y Ana Ansa Ascunce, miembros de Zabaltzen, asociación integrada en Geroa Bai

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