Este lunes 8 de mayo los medios de comunicación de medio mundo se inundarán de titulares sobre el triunfo de Macron y contra el populismo de Le Pen en lo que sería el segundo tie break superado por la democracia liberal europea en lo que llevamos de año tras las legislativas de los Países Bajos.
Pese a la sucesión de errores que ha cometido Macron esta semana, que han causado un avance de 4 puntos por parte de Le Pen, la distancia entre ambos es lo suficientemente amplia como para que no haya ninguna sorpresa este domingo salvo un error estrepitoso del candidato social liberal o un grave incidente que capitalice su contrincante.
En el trayecto en coche de Enmanuel Macron hacia el Eliseo, este tendrá en mente que lo fácil está a punto de acabar, que de aquí en adelante vendrá lo duro, que es la gestión de un país con grandes bolsas de pobreza, azotado por el yihadismo y cuya presencia en el contexto internacional cada vez es menos importante.
Macron arribará a la presidencia con un partido en formación y eso repercutirá tanto en la composición del gobierno como a la hora de defender sus medidas ante unas cámaras que se renovaran dentro de un mes y a cuyas elecciones no se sabe en que condiciones llegará En Marche.
Aunque Macron ha recibido el apoyo en primera vuelta del centrista Bayrou y la maquinaria electoral de su partido así como militantes de Los Republicanos y socialistas como Valls, este parece exigir para formar parte de su gobierno que dichas personas no militen en ningún partido, por lo que este gobierno se conformaría por independientes y gente que acaba de abandonar su partido para unirse a caballo ganador.
Formar un gobierno de independientes te permite adoptar medidas sin verte sometido a las dinámicas intra-partido, pero a su vez te puedes encontrar con una relación poco fluida con el partido o partidos que te apoyen en el Parlamento y, si además incluyes en tu gobierno a tránsfugas te arriesgas a enajenarte el apoyo de los partidos de donde provienen. Teniendo en cuenta esto, Macron deberá hacer equilibrios en la composición de su gobierno si quiere sacar adelante su programa electoral y en especial medidas como la reforma del mercado laboral que ha causado estragos tanto en la popularidad de Hollande como en el apoyo al PSF por parte de los votantes.
Si la formación del gobierno puede ser un escollo para Macron, también se vislumbran problemas de cara a las legislativas. El apoyo de Bayrou y el MoDem a Macron en las presidenciales no es incondicional, sino que tiene como contrapartida un cupo de circunscripciones reservadas para sus candidatos en las listas de En Marche para las elecciones de junio.
Bayrou ha cumplido su parte del acuerdo poniendo el aparato de MoDem a disposición de Macron para las presidenciales en detrimento del centrista Lassalle, que a la postre ha abandonado la formación para concurrir en una candidatura propia. Sin embargo la confección de las listas se está dilatando en exceso creando suspicacias entre ambas formaciones centristas.
Un Macron que ya se ve en el Eliseo podría sucumbir a la tentación de incumplir su palabra dada al MoDem en un intento de captar los votos que le auparan a la presidencia este domingo para crear un grupo parlamentario fuerte compuesto por figuras de la sociedad civil sin lastres políticos pasados.
El resultado de adoptar esta estrategia es imprevisible ya que puede capitalizar el desencanto del votante socialista y conservador en favor de una opción con caras nuevas o tener una representación mínima o nula si el MoDem les disputa el centro y los votantes socialistas y conservadores vuelven a votar a sus partidos una vez solventado el riesgo de la llegada del Frente Nacional a la presidencia.
Con o sin el apoyo del MoDem, En Marche deberá enfrentarse a otra candidatura centrista, la UDI, en una cámara donde los extremos euroescépticos (Frente Nacional y Francia Insumisa) obtendrán una considerable representación y aprovecharan cualquier oportunidad para rentabilizar los errores y medidas impopulares del gobierno de cara al siguiente ciclo electoral en Francia.
Que la legislatura sea más o menos tranquila dependerá de la postura que tomen tanto socialistas como conservadores. Los primeros, tras la debacle de las presidenciales deberán encontrar su espacio entre Francia Insumisa y En Marche, mientras que evitan que altos cargos de su partido lo abandonen para entrar en el gobierno de Macron. Para ello es probable que marquen perfil propio en votaciones importantes lo que conllevaría para el gobierno ganar votaciones parlamentarias de temas menores y pasar dificultades en los temas polemicos.
Por su parte, los conservadores intentaran restañar los daños causados por los casos de corrupción que han salpicado la campaña electoral de Fillon e intentarán ser uno de los partidos del cauce político central del sistema. Esta apuesta pasa por hacer equilibrios entre llegar a acuerdos con el gobierno por el bien del país y no dejar espacio en la oposición al gobierno tanto a Frente Nacional como a Francia Insumisa.
A partir del lunes nos encontramos ante un escenario inédito en Francia, con un presidente de la Republica que ha accedido al cargo con un partido embrionario del que surgen dudas que se pueda presentar a las legislativas, los partidos socialista y conservador que buscan recuperar un apoyo perdido en las presidenciales sin dar alas a los extremos y un FN y Francia Insumisa a los que se le prevén fuertes ascensos y que no dudaran en usar la Asamblea como escaparte permanente para hacer campaña de cara a las regionales y sobre todo a presidenciales y legislativas de 2022.
Cierzo Bardenero, en navarra.orain.eus
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