Mendoza. El sacrificio personal de un buen (en el buen sentido de la palabra bueno que decía creo que Machado) y honesto político se produce al aceptar un cargo, no al dimitir. La dimisión, en tales casos, es una liberación. Así lo ha dado a entender el propio Mendoza con sus palabras de imprecisa credibilidad (imprecisa, como no puede ser menos en estos asuntos; pero de no dudosa credibilidad), al citar el desgaste de su vida en lo personal que le ha supuesto el desempeño de su cargo. En el haber de su gestión, el recuento que hizo Uxue Barkos de los temas que ha sacado adelante, que no son ni tan pocos ni tan de escasa enjundia como se le achaca desde el mundillo euskaltzale, y sí tantos como para haber encendido las iras de los del frente de acoso y derribo de toda medida tendente a oficializar como es debido el euskara.
Mendoza, le conozco desde hace muchos años, es un hombre resolutivo pero no autoritario, un hombre para el que, en la gestión de los problemas y de las soluciones, reuniones, las justas y directas a la cuestión. Que sí es resolutivo, lo ha demostrado con creces como consejero de Educación. Que no es autoritario, también, y ahí están las veces que ha sabido echarse atrás en alguna de sus resoluciones (quizás no siempre con razón, nadie es perfecto), sin empeñarse en “mantenella y no enmendalla”. Pero también es un hombre que, para político, y más en un gobierno como el actual, adolece de falta de capacidad comunicativa hacia el público. Sus maneras de hablar, llenas de ironías y de sentido del humor, muy de agradecer en petit comité, no son las más apropiadas a la hora de explicar al gran público el sentido y la necesidad de las resoluciones de turno. Lo que, sin duda, ha incidido más en el ritmo del desgaste que, aun en el mejor de los casos, produce el cargo en sí.
Me temo que se les va a aguar pronto la alegría por su dimisión a los del frente opositor, ante la capacidad resolutiva y de gestión que también posee la nueva consejera, adornada además con unas envidiables dotes para la comunicación. Me temo que su alegría es más bien falsa y que lo saben: nada les importa un tal Mendoza, lo que les importa es que haya habido una dimisión, y tratarán de forzar otras. Ya lo están intentando con la consejera de Interior, centrados ahora en que no se dé ningún paso hacia un nuevo modelo de policía foral más acorde con exigencias cívicas y de servicio, más distante de intereses corporativistas y de la tradición autoritaria de los modelos propiciados por el franquismo constitucional.
Me alegro, yo sí y de verdad, por la sensación de liberación personal que estará viviendo José Luis Mendoza, tanto como creo que hay que agradecerle el sacrificio que le ha supuesto una gestión tan problemática, tan interesadamente problematizada, en el punto de mira preferente del frente de acoso y derribo. De acoso y derribo, no tanto contra un tal Mendoza, sino contra el Gobierno en pleno. Pero habrán de engrasar mejor sus máquinas de demolición.
Bixente Serrano Izko, en Diario de Noticias
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