No vamos a negar que la zonificación establecida en la Ley Foral 18/1986, del Vascuence, supone una notable traba para la recuperación de este común patrimonio de todos los navarros y navarras, y , lo que es más grave aún, una división entre ciudadanos de primera y de segunda, con distintos derechos lingüísticos. Las fronteras artificiales han servido para negar derechos, escamotear presupuestos e invisibilizar el euskera en el paisaje lingüístico.
Reconocido esto, hay que recordar también que, como saben bien los socios del cuatripartito, una nueva Ley del Euskera es un tema pendiente de consenso en el Gobierno, un desacuerdo tasado dentro del Acuerdo Programático. El socio más minoritario del Gobierno del Cambio ha expresado públicamente y en la comisión de seguimiento sus discrepancias en temas de derechos lingüísticos varias veces, así que no parece posible que este desacuerdo se despeje durante la legislatura. ¿Significa esto que no podamos hacer nada en Política Lingüística? En absoluto.
El Parlamento ha propuesto ya una modificación puntual de la ley para añadir 12 municipios más a la zona mixta. Es probable que en los próximos meses más ayuntamientos se sumen del mismo modo, por decisión democrática de su Pleno.
El Acuerdo Programático contiene diecinueve acuerdos específicos de Política Lingüística, a los que hay que añadir otros seis acuerdos en Educación. Muchos se están cumpliendo ya, otros necesitan nuevas acciones y más recursos.
Recientemente se ha aprobado el I Plan Estratégico del Euskera (2016-2019), un plan transversal, progresivo, adaptado a todas las realidades sociolingüísticas de Navarra y que respeta la libertad y voluntariedad de la ciudadanía. En cada uno de sus siete ejes estratégicos: uso social, nuevos hablantes, servicios públicos, prestigio y atractivo, motor económico, marco lingüístico, y gestión interna de Euskarabidea, hay mucho por hacer.
Centrándonos en la Administración Foral, solamente el 0,9 % de los puestos de trabajo tienen definido un perfil bilingüe (fuera de Educación). Especialmente sangrante es el caso del Complejo Hospitalario de Navarra, que no tiene ninguna plaza definida entre sus 6.142 profesionales que dan servicio a toda Navarra.
Dentro del consenso del cuatripartito, no nos faltarán los puntos en los que avanzar, los pasos adelante, pasos cautos pero firmes. En el plano legislativo el trabajo pendiente es abrumador. No olvidemos que la Comunidad Foral de Navarra ha sido la única en toda Europa que ha legislado en contra de una de sus lenguas propias, sibilinamente, y durante años. Pero no es el único plano de trabajo.
Como canta la jota, Navarra tiene cadenas, por adentro y por afuera. Las del escudo son nuestras. Decía un infame hombre del Régimen que en Navarra hay navarros que tienen derecho a no ver ni oír una palabra en vascuence. Y a fe nuestra que entre él y sus conmilitones casi consiguen que no la vieran ni la oyeran. En Navarra muchos ciudadanos y ciudadanas han vivido de espaldas a sus vecinos, ignorantes de la realidad lingüística de la comunidad.
Por el otro lado tenemos el decadente Reino de España, cada vez más centralista, empeñado desde su disfuncional diseño institucional en promocionar una de sus lenguas oficiales y torpedear los intentos de equiparar en derechos o pujanza a las demás, por encima de fueros y voluntades democráticas. Las de fuera son impuestas, canta la jota.
Ese es el contexto; ese es el terreno de juego. Para hacer posible la equiparación de los derechos lingüísticos de la ciudadanía en relación al castellano y al euskera en Navarra, tenemos que ser hábiles, resilientes, y jugar con cabeza. Entre el Gobierno, los Ayuntamientos del Cambio y la sociedad civil, ahora sí todos juntos, podemos poner los medios y poner el euskera en valor.
Es fundamental hacer un esfuerzo de seducción y poner la lengua en valor, porque hay aspectos importantes que han sido olvidados o son poco conocidos. Hay que poner en valor que la lengua de los navarros y navarras, además de ser nuestra, es una de las lenguas más habladas del planeta. Una lengua que sirve para comunicarse y para gozar. Sirve tanto para paladear la profundidad de nuestra historia común al disfrutar de un caldo cuyo nombre te acaricia con reminiscencias vasconas, como para estar al día de las últimas tendencias de programación en robots y móviles. Una lengua fácil de aprender, que seduce con su regularidad, su concordancia y su táctica fonética. Como dice el gran Santiago Auserón, una lengua mágica, un tesoro de sonoridad, de musicalidad y de pensamiento.
Y, eso sí, démosle la oportunidad libérrima de acercarse a ella al navarro de Funes y a la navarra de Pamplona-Iruñea, a la de Lesaka y al de Fitero, a su ritmo, voluntariamente, haciéndole saber que cuenta con nuestro entusiasta sostén.
Iñaki Agirre y Mikel Haranburu (miembros de Geroa Bai y solaskides del I Plan Estratégico del Euskera)
No hay comentarios:
Publicar un comentario