jueves, 30 de marzo de 2017

A QUÉ VINO CHIVITE

Así, a botepronto, Chivite es nombre de vino. O de bodegas. Bodegas Julián Chivite, de Cintruénigo (Navarra). Aunque como tantas y tantas empresas familiares, hoy la mayor parte de sus acciones, el 80 %, estén en manos de los bancos. También es un apellido. Apellido ligado, además de a los caldos, a la política. Al socialismo navarro, más concretamente. Primero fue Carlos y luego María, su sobrina. Carlos Chivite fue secretario general del PSN entre 2004 y 2008. Además fue diputado en el Congreso y senador por Navarra. María Chivite es, desde diciembre de 2014, la secretaria general del PSN --en sustitución del nefasto Roberto Jiménez--, ha sido senadora en la anterior legislatura y actualmente es parlamentaria en el Parlamento de Navarra. Es, pues, la continuadora de una saga, y el rostro y la voz más visibles del socialismo navarro. Circunstancia, a mi modo de ver, muy poco envidiable.
Lo cierto es que si nunca fue sencillo --no, al menos, desde lo de los Roldán, Urralburu, Aragón y Otano--, defender el proyecto socialista en Navarra, hacerlo hoy tiene que resultar, como poco, estresante. Igual de estresante que vivir en tierra de nadie. Defender unas cosas pero hacer las contrarias, necesariamente ha de provocar una confusión mental de órdago. Además de inevitables remordimientos de conciencia... caso de que los políticos de primera fila gasten de eso. Pero hacerlo en Navarra, con doble motivo. Porque aquí los socialistas no sólo tienen que defender su programa ante un PP --o un Ciudadanos, tanto da-- que le acusa de tontear con los antisistema, sino también ante quienes desde la otra orilla les acusan de ser un títere de la derecha indecente, de ejercer el papel de poli bueno del sistema, la casta o, como parece que se dice ahora, la trama. Aquí, además, tienen que posicionarse entre dos polos igualmente enfrentados: el vasquismo y el antivasquismo (que es como, en propiedad, habría que denominar al navarrismo).
Lamentablemente parece que en ambos casos los socialistas se han dejado arrastrar por el lado oscuro. Las anteriores elecciones generales demostraron que el aparato del partido no es proclive a aventuras, entendiendo por éstas emprender otra senda que no sea la de servirle de muleta al neoliberalismo gobernante. Postura que sigue vigente, como acaba de dejar claro la vieja guardia socialista posicionándose a favor de Susana Díaz, garantía del continuismo frente al desconcertante Pedro Sánchez. Nada que no hubiera sucedido ya en la Comunidad Foral, donde el PSN, obligado por Ferraz, siempre ha preferido dar su apoyo a UPN antes que a un gobierno alternativo de izquierdas.
Y es que, a diferencia de lo que sucede con sus bases, el PSOE nunca ha visto en el partido hegemónico de la derecha a un enemigo, sino a un compañero de viaje con el que inevitablemente ha de compartir los galones de capitán. Se llama turnismo --o más recientemente bipartidismo--, y consiste en que dos partidos se turnan en el poder sin permitir el acceso al gobierno a otros partidos. Se trata de un sistema aceptable para ambos, puesto que garantiza un reparto más o menos equilibrado del pastel. Al principio era el rey quien llamaba a gobernar primero a unos y luego a los otros. Más tarde se intentó darle visos de legitimidad democrática mediante elecciones amañadas. Hoy en día tal sistema se ha mantenido en pie no mediante la manipulación de los resultados electorales sino a través de una ley electoral que beneficia a los partidos grandes y, sobre todo, al control de la opinión pública a través de los medios de comunicación públicos y privados.
La irrupción de Podemos y, en mucha menor medida --por tratarse de más de lo mismo-- de Ciudadanos, ha hecho tambalearse sin embargo ese turnismo que ofrece ocupación bien remunerada, prebendas y retiros dorados tanto a peperos como a sociatas. No es de extrañar por tanto que el PSOE, que es quien con su incesante sangría de votos ha alimentado y hecho crecer a Podemos, haya entrado en pánico. ¿Y si acaba perdiendo su lugar en esa mesa para dos? ¿Y si deja de ganar elecciones por su cara bonita, y las tiene que pelear con escasas expectativas de éxito como en el pasado lo hicieron otros partidos, como el PCE? ¡Qué horror, volver a la pana, al sudor y al olor a tinta y a cola! Qué pereza... Los peperos lo tienen mejor. En caso de necesidad darán un golpe en la mesa, llamarán al orden a Ciudadanos y éstos, que al fin y al cabo se deben a los mismos señores que el PP, volverán al redil.
La otra mala noticia para el PSN, es que en Navarra no sólo se las tiene que ver con un UPN que al igual que el PP --aunque en menor medida--, sigue manteniendo músculo, y un Podemos que también ha entrado con fuerza, sino con un nacionalismo vasco que por primera vez en la historia, oh sorpresa, gobierna en el conjunto de Navarra y en sus principales municipios. Con un partido, Podemos, que le disputa exitosamente el espacio de la izquierda, y dos partidos afianzados en el espacio vasquista, Geroa Bai y EH Bildu, ¿qué espacio les queda a los socialistas? Hubo un tiempo en que el PSN sí encontró encaje entre unos y otros, representando una opción más o menos progresista que no le hacía ascos a demostrar cierta sensibilidad vasquista. Pero... ¿qué fue de ello?
Como en el westerm, los socialistas navarros cometieron dos errores. El primero fue asumir, como su matriz el PSOE, los postulados del neoliberalismo. ¿Quién va a votar a la imitación, pudiendo votar al original? El segundo, renunciar a esa tercera vía que un día significó, y hacer seguidismo de la derecha navarrista en materia identitaria. Y volvemos a lo mismo: ¿quién va a votar a la imitación...? Hasta tal punto llegó su identificación con UPN, que no sólo renunció a desalojarlo del poder cuando tuvo ocasión --elecciones autonómicas de 2007, el llamado agostazo--, sino que incluso compartió gobierno con dicho partido en 2011, gobierno del que únicamente el desmedido ego de Roberto Jiménez le apartó un año más tarde.
Del primer cambio de chaqueta, poco hay que contar. Es sobradamente conocido, aparte de que los acontecimientos producidos a partir del golpe de estado que descabalgó a Pedro Sánchez se han encargado de ponerlo en evidencia. El segundo chaqueteo ha pasado más desapercibido. Baste, como botón de muestra, lo acaecido con ocasión del proyecto de ampliación de la zona mixta a aquellos municipios --más de treinta-- de la zona no vascófona que así lo han solicitado. En opinión de María Chivite, que ha pedido la comparecencia de Uxue Barkos para que dé explicaciones al respecto, el cuatripartito está "permitiendo que los ayuntamientos tengan la potestad de decidir si entrar en la zona mixta", lo cual, en su opinión, sería ampliar la zona mixta "por la puerta falsa".
Que al PSN no le guste la ikurriña, y por eso se oponga a la modificación de la ley de símbolos, por poner otro ejemplo igualmente actual, pase... aunque sorprenda su apuesta por los métodos represivos, más propios de la derecha. Pero, ¿que adopte la misma postura que ésta ante el euskara? ¿Que lo observe como algo ajeno --y el haber nacido en Cintruénigo no justifica, como no lo hace el haber nacido en Corella, verlo así-- y molesto, incluso peligroso, algo que hay que mantener contenido en un gueto? ¿Y que lo haga, incluso, cuando son los propios municipios los que libremente se han manifestado en ese sentido? Eso no es propio de un partido auténticamente democrático. Ni de un partido auténticamente de izquierdas. Y tampoco de un partido auténticamente navarro.
¿Qué tiene la copia que no tenga el original, más allá de un rostro más atractivo --no por ser mujer y más joven, sino por tener un gesto menos malencarado que el del presidente sin corona--, para que el votante navarro pueda desear comprarla? Si esto es todo lo que, desde la presidencia del PSN, puede ofrecernos, y es más de lo mismo que ofrece UPN... ¿a qué vino Chivite?

manduli.blogspot.com

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