Quizás a algunos el término les suene, efectivamente, a una escuela alemana de vanguardia. Pero, en realidad, en Navarra ya sabemos qué es la Passivhaus. No es una marca comercial ni un movimiento artístico, sino un concepto. Se trata de una forma de edificar de acuerdo con un nuevo modelo constructivo, en el que el consumo energético nulo es posible. Y muy rentable, dicho sea de paso, tanto desde el punto de vista económico como, sobre todo, social.
El primer edificio construido con este estándar de eficiencia energética se levantó durante los años noventa en Darmstadt y en esta misma localidad alemana se fundó luego el Passivhaus Institut para promocionar y certificar estos nuevos parámetros. Este tipo de edificaciones se extendió fundamentalmente en Alemania y Austria, aunque el resto de Europa va muy a la zaga. No así Navarra.
Este modo de hacer no requiere ninguna técnica, tecnología ni materiales diferentes o extraños, sino únicamente -y nada menos- una forma inteligente de edificar. Se tienen en cuenta determinados puntos -cinco principios básicos sobre aislamientos, puentes térmicos o sistemas de ventilación, entre otros factores técnicos- para que una vivienda pueda alimentar sus sistemas de calefacción o refrigeración con un consumo energético casi nulo (ECCN). E insisto, hoy esto es posible.
No sólo es posible, sino que la legislación de la Unión Europea -a través de la directiva UE2010/31-- nos va a exigir que para el año 2020 todos los nuevos edificios cumplan este estándar. España aún no ha entrado en este nuevo modelo, pero Navarra no va a esperar tanto. Nasuvinsa, la empresa pública del Gobierno de Navarra para la gestión de las políticas de vivienda, se ha puesto por delante y ha sentado ya las bases para que este objetivo sea una realidad a partir de hoy.
La eficiencia energética se nos impone por evidentes razones medioambientales y económicas. Pero para Nasuvinsa es, sobre todo, una exigencia social -casi me atrevería a decir que hasta ética- para abrir nuevas perspectivas que respondan al giro que el Gobierno del cambio ha imprimido a sus políticas urbanísticas. Desde una perspectiva social y sostenible, situar el derecho a una vivienda digna, a la calidad constructiva y a la energía para todas las personas -y sobre todo para los sectores más desprotegidos- por delante de la voracidad especulativa del negocio inmobiliario de los últimos años es para este Gobierno un imperativo categórico. Y por eso, trabajar en la vivienda pública con los estándares de construcción Passivhaus o similares va a suponer para Navarra una herramienta clave.
Veámoslo en unos números que puede hacer cualquier familia con el recibo. El coste en gasto de calefacción en una vivienda de 70 metros cuadrados que tenga más de 30 años de antigüedad asciende a una media de 784 euros al año. En otra más moderna de la misma superficie, que reúna los estándares de eficiencia energética actualmente vigentes, el recibo se reduce a unos 220 euros anuales. Pues bien, una vivienda construida siguiendo los parámetros Passivhaus consigue reducir el consumo a únicamente 73 euros al año. Para muchas familias, estos números dicen más que muchas consideraciones técnicas.
Y no es sólo una cuestión meramente numérica. Los hogares que pasan frío en la Comunidad Foral se duplicaron durante los primeros años de la crisis -entre 2007 y 2012- según una Encuesta de Condiciones de Vida elaborada por la UPNA y alrededor de 18.500 hogares navarros -un 7,7% del total- declaraba en 2012 no tener una temperatura suficientemente cálida durante los meses de invierno. Uno de cada cuatro hogares con ingresos inferiores a 15.000 euros anuales está afectado por esta realidad de pobreza energética. Además, los colectivos más vulnerables son las personas menores o ancianas, ya que vivir de forma habitual en un hogar con regulación térmica inadecuadas -por no encender la calefacción con temperaturas bajas o no ventilar la casa para evitar fugas de calor- aumenta el riesgo sobre su salud.
No es causal ni aislado que la Conferencia de la Plataforma de Edificación Passivhaus, que Nasuvinsa acogió en el Palacio Baluarte a principios de noviembre, hubiera elegido precisamente la capital navarra como sede de su octava edición, con el lema Vivir mejor con menos energía y en la que se inscribieron más de 500 expertos, entre arquitectos, urbanistas, ingenieros o representantes de instituciones públicas y entidades locales.
Y es que Nasuvinsa ha iniciado desde hace ya un año un proceso de reflexión sobre la construcción sostenible, con una visión social y el compromiso de primar el interés público. En este contexto, la Plataforma Passivhaus nos permite implementar la acción social en nuestras políticas de vivienda, ser más rigurosos en la exigencia de calidad en la edificación pública y fomentar el derecho a una vivienda de calidad. Pero también activar políticas para hacer frente a la pobreza energética que soterradamente está castigando a miles de familias que se encuentran ante el drama inmediato y palpable de no poder pagar la calefacción o el recibo de la luz.
Hasta la fecha, el Estado español no está prestando atención a las exigencias que plantean las Directivas Europeas dentro de la estrategia Horizont2020. Pero no podemos escudarnos en esto y debemos trabajar con responsabilidad para dar cumplimiento a estas Directivas y, paralelamente, a las necesidades de la sociedad navarra. Navarra va por delante ante los retos de la H2020 y algunas experiencias como las últimas edificaciones que Nasuvinsa está acometiendo en Lezkairu así lo atestiguan.
La Bauhaus fue, a principios de siglo XX, una escuela revolucionaria en diseño, arte y arquitectura que nació en Weimar con una vocación transformadora y el convencimiento de que la construcción debía desempeñar un papel activo para ponerse al servicio a los graves problemas sociales que atenazaban a la Europa de entreguerras. La ideología izquierdista y judía de sus autores le llevó a ser truncada por los nazis, pero sus planteamientos siguen siendo una referencia. Efectivamente, como decía al inicio de este artículo, el término Passivhaus tiene poco que ver con esta escuela. Pero el paralelismo resulta ciertamente sugerente.
Jose Mari Aierdi, director gerente de Nasuvinsa, Navarra de Suelo y Vivienda (en Diario de Noticias)
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