Circula estos días por las redes la carta del padre de una alumna del colegio Sierra de Leyre de Sangüesa. Sangüesa, la que nunca faltó, capital de una de las 5 merindades del antiguo reino, y que luce orgullosa su lema ganado a pulso por sus habitantes y por la férrea defensa de su plaza, y por ende de aquel viejo reino independiente.
Anda quejoso el hombre por el programa de Educación Física de su hija, en el que se ha elegido como actividad para el presente curso Deportes de nuestra tierra: herrikirolak. Según su misiva, el profesorado “exige aprender y memorizar con perfecta pronunciación fonética” los nombres de cada deporte (véase aizkora, harri jasotzea, sega, trontza, sogatira y otros).
Pide que su hija quede exenta de cualquier actividad que atente a su identidad como “navarros, nacidos en Sangüesa, y habitantes de una zona no vascófona” (sic), como si el herri kirolak fuese algo propio de Rusia o de algún país del lejano Oriente. Termina la carta indicando que no tienen interés en que su hija aumente sus conocimientos de Lenguas extranjeras, siendo suficientes los que ya atesora en Francés e Inglés.
Me da pena este hombre, víctima de un embrollo político en cuyas redes ha caído, porque no se puede entender su carta si no es desde el odio más profundo a todo lo vasco, y por muy contradictorio que le parezca, a lo más puramente navarro, que viene a ser lo mismo.
Cabe recordarle que lenguas extranjeras son precisamente el francés y el inglés, pero no el euskera, que es una lengua autóctona, más autóctona si cabe que lo que lo es el castellano.
No creo que este individuo tenga problema alguno porque su hija practique football y tenga que memorizar y saber pronunciar lo que es un corner o un penalty. Ni tampoco creo que se haya negado a que practique natación y que aprenda a nadar a crawl. Tal vez su hija podría destacar en tenis, pero tendría que memorizar lo que es un deuce, un set o un ace. Ni que decir de jugar a golf, con tanto birdie, swing y draw. No podría acudir a un meeting de atletismo por no saber qué es, ni disputar un sprint, ni tener un coach ni apuntarse a un centro de fitness a hacer body-pump, crossfit o kickboxing, o a esos en los que hacen pilates y te hablan del core.
Y es cierto que Sangüesa está en la zona no vascófona. Y es así gracias a una ley política, la Ley Foral del Vascuence, que necesita una revisión urgente aunque fue un logro allá por el año 86. A pesar de ser ésta una ley muy tibia de apoyo al euskera en su día, UPN, que ha sido quien a la postre la ha desarrollado, a su manera, se opuso por ser un primer paso para la recuperación de nuestra lengua, vilipendiada tras 40 años de dictadura.
Sorprende, por tanto, que a escasos 7 kilómetros de Sangüesa, por supuesto también en zona no vascófona, se halle enclavado el castillo de Javier, que pertenecía a Juan de Jaso y María de Azpilicueta, cuyos hijos, Miguel de Jaso y Juan Azpilicueta, fueron firmes defensores del viejo reino de Navarra y de su lengua, el euskera.
Pero mucho más célebre llegó a ser el menor de todos, euskaldún como sus hermanos y hoy patrón de Navarra, Francisco de Jaso y Azpilicueta.
Como navarros y nacidos en Sangüesa, debería estar encantado de que su hija tenga la oportunidad de practicar unos deportes autóctonos, con nombres en una lengua autóctona, y enriquecer así su vocabulario, al margen de que hable o no hable euskera.
Debe de ser porque el adoctrinamiento al que se refiere en su carta es al que él se ha visto sometido en sus años mozos y que le ha llevado a ver a la lingua navarrorum como una lengua extranjera. Triste visión, verdaderamente.
Eneko Gómez Mariñelarena, en Diario de Noticias
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