lunes, 9 de mayo de 2016

¿PARA QUÉ SIRVEN LOS SINDICATOS?

Un reciente estudio de Jordan Brennan, investigador del Canadian Centre for Policy Alternatives y del Institute for Research on Public Policy ha revelado algunos datos interesantes sobre el papel de los sindicatos en la economía.

La teoría económica dominante afirma que el mercado es el mejor sistema para asignar los recursos y que por sí mismo establece el precio óptimo para todos ellos. En relación con el mercado de trabajo dice que, sin necesidad de intervención, el salario se determina allí en virtud de la aportación que cada trabajador añada al producto total (lo que llaman su “productividad marginal”). Gracias a ello, nos dicen que los salarios que se determinan a través del mercado no solo son los más eficientes sino los que aseguran la justicia distributiva.

Pues bien, lo que Brennan ha descubierto, estudiando datos de los últimos cien años, es que eso es falso porque los salarios no vienen determinados en función de esa productividad marginal sino que dependen del poder que tengan instituciones como las grandes corporaciones o los sindicatos. Concretamente, ha demostrado que la mayor concentración de las corporaciones exacerba la desigualdad de ingreso bajando los salarios mientras que cuando el poder de los sindicatos es mayor la desigualdad disminuye porque sube la masa salarial.

En 1935 la densidad sindical, el porcentaje de población trabajadora sindicada, era del 8% y el porcentaje del ingreso total nacional que iba al 99% de los trabajadores con menos salario era del 44%.

La densidad sindical en los años 1970 subió al 30% y el porcentaje de ingreso total que iba para el 99% de salarios más bajo era el 54%.

Desde los años siguientes a los 80 de siglo pasado la densidad sindical bajó y ahora es del 11% mientras que el porcentaje de ingreso total para el 99% de salario más bajo ha disminuido al 41%.

Queda claro, por tanto, que la mayor o menor cantidad de masa salarial guarda una relación directa con el poder de negociación de corporaciones y sindicatos.

Por otro lado, Brennan también demuestra que el mayor porcentaje de ingreso que fue a parar a las grandes corporaciones cuando bajó la masa salarial, por la menor afiliación sindical y al perder poder los sindicatos, no contribuyó a que creciera la economía y hubiese más inversión y más empleo, tal y como asegura la teoría económica neoliberal dominante que debe ocurrir.

Brennan demuestra que el crecimiento del PIB a partir de 1980, cuando el ataque de los gobiernos y las grandes empresas limitó el poder negociador de los sindicatos, crece mucho menos que en los años anteriores de mayor presencia sindical y de mayor participación de la masa salarial en el ingreso total. Y también demuestra que el mayor ingreso recibido por las grandes corporaciones en forma de beneficios gracias al menor poder sindical le ha permitido efectivamente gastar más pero que que ese mayor gasto no se dedicó a inversión creadora de activos fijos o empleo sino a recompra de acciones y a fusiones y absorciones de otras empresas para aumentar así su poder de mercado.

Los datos que proporciona Brennan hablan por sí solos: de 1895 a 1990 por cada dólar gastado en inversión en activos fijos por las empresas estadounidenses, se dedicaron 18 céntimos a fusiones y adquisiciones. Sin embargo, desde 1990, de cada dólar dedicado a inversión en activos fijos se dedicaron 68 céntimos a éstas últimas.

Esto es lo que ha permitido que la parte del mercado que dominan las 100 mayores empresas haya pasado de ser el 9% en 1990 al 21% actual.

Y esa mayor concentración es la que ha permitido que las grandes empresas hayan distribuido niveles record de dividendos a sus accionistas, y que hayan gastado en recomprar sus acciones (cuyo valor ellas mismas manipulan) más que en maquinaria o equipos, con el objetivo de que sus ejecutivos ganen más gracias a las stock options (opciones de compra sobre las acciones de su empresa) con las que se retribuyen.

En definitiva, los datos históricos demuestran que la mayor afiliación sindical fortalece a los sindicatos y aumenta su poder de negociación, que eso permite que suba la participación de la masa salarial en el conjunto del ingreso nacional y que, gracias a ello, la economía registra mayor crecimiento, más inversión y más empleo.

Por el contrario, la evidencia empírica muestra que menos afiliación y menos poder de negociación sindical aumenta el beneficio de las grandes empresas en perjuicio de la masa salarial y que eso lleva consigo más beneficio distribuido, pero menos gasto en inversión productiva y más en recompra de acciones y en fusiones y absorciones que concentran el mercado. Es decir, que a menor poder sindical, menos crecimiento, menos empleo, menos competencia y peor funcionamiento de la economía en general.

Eso es lo que dicen los datos, los hechos históricos. Lo demás, es pura ideología para encubrir el poder y los privilegios de las grandes empresas. Así que ya saben lo que se busca cuando se critica a los sindicatos y cuando se hace todo lo posible para que disminuya la afiliación sindical.

Juan Torres López, en Nueva Tribuna

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