Desde Madrid, muchas cosas se ven distorsionadas, o con prejuicios, y es difícil no caer en la simplificación. Por eso es bueno acercarse a la realidad y comprobar que las incógnitas generadas por el nuevo Gobierno navarro, apoyado por cuatro fuerzas políticas, tan próximas como diferentes, desaparecen al escuchar al consejero de Salud, Fernando Domínguez. Porque su discurso es tan posible y reconocible que lo de menos es el ideario político que lo sustenta.
Es difícil determinar, a bote pronto, qué tipo de política sanitaria defiende un Gobierno apoyado por GeroaBai, EH Bildu, Podemos e Izquierda-Ezkerra. Es posible imaginarlo o, peor aún, sospecharlo, pero no sin tropezar en el error. Es mucho más fácil, hoy por hoy, en este inicio de inédita y esperanzadora legislatura en Navarra, escuchar a Fernando Domínguez, un consejero que no es político y que presume de médico todoterreno, capaz de haber transitado por todos los ámbitos de la medicina, desde primaria a especializada, pasando por rurales, urgencias, empresas y mutuas.
Con todo, nada más complejo que ser consejero, augura Domínguez, que llega al Departamento de Salud sin ánimo de saldar cuentas con un pasado ciertamente mejorable. No se le escapa ni una sola crítica a su antecesora, Marta Vera, si acaso una sensación muy personal y compartida, que ahora está dispuesto a remediar: hay que escuchar a los profesionales. Que, dicho sea de paso, son la auténtica fortaleza del siempre reconocible modelo sanitario navarro.
El nuevo consejero escuchará a sus antiguos compañeros y buscará con denuedo a los líderes, para apoyar en ellos su intento de cambiar la organización de los centros sanitarios a través de la gestión clínica. ¿Y si no los hay, o no los encuentra? “Los hay”, dice Domínguez convencido, “lo que pasa es que no se les ha escuchado”, insistiendo en el principal lamento que se venía escuchando en la sanidad navarra en los últimos años y estableciendo otra de sus máximas: “Una cosa es el liderazgo y otra la jerarquía. Yo prefiero el liderazgo”.
Estar al lado de los profesionales no significa aceptarles tal y como ahora son. El consejero no comparte que los hospitales estén cerrados por las tardes y buscará un cambio en los horarios que permita una jornada más razonable. Y se adelanta a las resistencias: “Ya sé qué especialidades me van a poner problemas, pero intentaré convencerlas”. Algo parecido sucede con los conciertos, que no rechaza con los ojos cerrados, en un reflejo casi dogmático que algunos pudieran esperar. Todo lo contrario: “Los conciertos no son malos, son una buena opción cuando no se dispone de más recursos propios”.
Ahora bien, hasta que llegue esa situación, ve un claro margen de mejora en la actividad de los centros públicos y de sus profesionales, incluso reformando la gestión: “Creo en la sanidad pública y no vamos a privatizar nada. Pero también creo que el trabajo asistencial no se termina hasta que no se acaba y esto ahora no sucede en muchas ocasiones, por lo que habrá que cambiarlo”.
Domínguez también se acerca a lo posible para articular sus opiniones sobre dos asuntos de plena actualidad: la prescripción enfermera y el modelo mediterráneo de farmacia. Y en verdad que sus palabras suenan poderosamente sensatas. Respecto a lo primero, entiende que estamos asistiendo a una pugna entre élites profesionales, simbolizadas por los consejos generales de médicos y enfermeros, que no tiene reflejo en el día a día de los profesionales de a pie, “ya que nos entendemos estupendamente”.
Sobre la farmacia, comparte sin reparos el controvertido modelo navarro, que tantas críticas ha despertado en el resto del Sistema Nacional de Salud. “A mí me parece bien que los licenciados jóvenes puedan abrir una oficina con más facilidad que en otros sitios de España”. Y, sobre todo, se alegra de que los traspasos hayan dejado, en Navarra, de ser un negocio. Su propuesta es más bien un modelo mixto, con cierto grado de planificación por parte de la autoridad sanitaria, dirigida sobre todo a cubrir las necesidades de las farmacias rurales.
Respuestas y consideraciones que son posibles porque vienen de un profundo conocedor de la sanidad al que no hay que explicarle casi nada. Y esta realidad despeja las dudas de un Gobierno multicolor que, por lo menos en Salud, tiene el rumbo bien definido.
Ismael Sánchez, para Redacción Médica
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