Enseña amarilla y azul en franjas verticales. "Deseo comunicarme con usted", en el código marítimo de señales. Cruz azul sobre fondo blanco: "Suspendan sus maniobras y presten atención a mis señales". El ministro de Asuntos Exteriores ha izado esta semana estas dos banderas en lo alto del madrileño palacio de Santa Cruz. Doble propuesta de pacto para rebajar la presión independentista. Cesión de la recaudación de todo el IRPF y de los impuestos especiales a la Generalitat y reforma de la Constitución para encajar el "hecho catalán".
Los banderines fueron visibles desde Barcelona durante unas pocas horas, puesto que José Manuel García-Margallo recibió la orden categórica de izar otras dos enseñas. Cuadros blancos y amarillos en diagonal: "Detengan su barco inmediatamente". Cuadros blancos y rojos en diagonal: "Se dirigen ustedes hacia un peligro".
La oferta tercerista fue rápidamente abortada y el capitán de navío Margallo acabó siendo amonestado por la superioridad, pese a su conocida amistad con el presidente del Gobierno. "Ahora no es el momento de ofrecer pactos", le han dicho.
Ahora es el momento del choque frontal, para dramatizar la campaña e intentar movilizar esa Catalunya metropolitana supuestamente dormida desde 1980, cuando cedió el paso a Jordi Pujol por la vía de la abstención. Está tan dormida, que parece que le haya picado la mosca tsé-tsé.
Extraño fenómeno, quizá mal diagnosticado, que podría obedecer a otras razones: hartazgo de la política politizada, escasos deseos de pelearse con los amigos y familiares atraídos por el reclamo independentista, y la certeza de que, en el fondo, no pasará nada grave. Una sensación de seguridad alimentada por el propio presidente del Gobierno de España.
Cuando Mariano Rajoy afirma y reafirma que bajo ningún concepto Catalunya será independiente, ensalza al PP como Partido Alfa de las clases medias españolas, pero también envía un mensaje de tranquilidad al votante catalán escasamente interesado por los barullos de la política. He ahí una de las contradicciones del discurso gubernamental: por un lado dramatiza y por el otro garantiza que no pasará nada.
Cuando fueron a votar en Escocia todos sabían que el referéndum iba muy en serio. La jornada era decisiva. "El día del destino" titulaban los diarios ingleses el 18 de septiembre del 2014, en vez de insultar a los soberanistas escoceses. Fue interesante vivirlo en Edimburgo hace ahora un año.
No somos británicos, no hay duda de ello. Vamos al choque frontal para que suene el despertador y abran los ojos los electores supuestamente durmientes de los viejos barrios obreros de Barcelona y su entorno. La idea dominante es que el independentismo ha alcanzado ya su máxima movilización –muy alta, por encima del 90%–, de manera que la campaña se centra ahora en la decantación de los indecisos y en ese incógnito despertar metropolitano. Ahora no es el momento de tercerismos apaciguadores, dice la consigna.
Se pretende evitar que el independentismo obtenga una mayoría operativa, aunque Junts pel Sí consiga superar la mitad más uno de los escaños con el concurso de la CUP, marxista, franciscana y comunitarista. Presionada por su ala izquierda, Junts pel Sí, lista repleta de celebridades, con CDC y ERC prosiguiendo su inacabable combate de judo, podría convertirse en una jaula de grillos. Pantano catalán, más o menos disimulado, a la espera de las generales.
A Margallo le han dicho "ahora no es el momento", también por otras razones fundamentales. Su amigo Rajoy quiere ganar las elecciones de diciembre con unos 150 diputados, cifra con la que podría asegurar su investidura. Por debajo de 140, el PP podría verse obligado a entregar la cabeza de su candidato para evitar una investidura alternativa.
Rajoy, por lo tanto, debe compactar todo su electorado potencial, evitar la abstención del sector más derechista, reafirmarse como Partido Alfa de la unidad de España y de la estabilidad económica, caricaturizar al PSOE como partido débil, indeciso, confuso y concesivo con radicales y separatistas, advertir del riesgo de un Frente Popular (PSOE y Podemos) y evitar la humillación ante Ciudadanos el día 27, tarea encomendada a Xavier García Albiol. Ciudadanos inquieta mucho al PP.
Estas son las razones por las que al ministro Margallo le han ordenado arriar la bandera tercerista. ¿Hablar de pactos, ahora? Ni en broma. Lenguaje fuerte para que el metropolitano durmiente despierte.
Enric Juliana, en La Vanguardia
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