Con la celiaquía, como con tantas otras enfermedades y minusvalías, se puede vivir más o menos bien, pero no deja de ser una lata para quien la sufre y para su familia, una incesante necesidad de adaptación a un entorno insensible al problema. De esta situación nos informa un familiar de una niña celíaca en una carta que escribe a un periódico. Donde dice Gipuzkoa podría decir perfectamente Navarra, porque no cambia básicamente nada.
A la atención del presidente y la Junta Directiva de la Asociación de Hostelería de Gipuzkoa:
Me comunico con ustedes en relación a un tema delicado, como creo que es la celiaquía y los diferentes problemas que pueden derivar de la misma.
Quien más quien menos tiene un familiar o amigo con este problema de salud. En mi caso, una sobrina de cinco años. La celiaquía, también llamada intolerancia al gluten, es una enfermedad intestinal crónica y relativamente común debida a la mala absorción de alimentos con el gluten -una proteína presente en la harina, el trigo-. Esta patología, que según la Federación de Asociaciones de Celíacos de España (FACE) afecta a uno de cada 200-300 nacidos, es el proceso crónico digestivo más frecuente en nuestro país, pero está infradiagnosticado: se calcula que menos de una cuarta parte se los pacientes celíacos saben que sufren la enfermedad. Las personas que padecen esta enfermedad no pueden consumir ningún alimento que contenga harina de trigo, cebada, centeno, avena y malta, pues la ingesta de alimentos con gluten les produce una lesión progresiva en las vellosidades del intestino encargadas de absorber los nutrientes de los alimentos y pasarlos al organismo.
Concretamente, en Gipuzkoa y su capital (provincia conocida a nivel mundial en gastronomía), es difícil encontrar establecimientos adecuados o sensibilizados con este problema.
Simplemente hay que ponerse en el lugar del celíaco para comprender lo dura que puede resultar la convivencia "gastronómico-social" del afectado con su entorno. Por poner un ejemplo, mi sobrina a medida que vaya cumpliendo años y se junte con sus amigas para merendar o cenar no va a poder disfrutar como las demás, ni mucho menos. Hoy, si va a una hamburguesería, mientras los demás niños reciben la cajita con la hamburguesa y patatas fritas, un niño celíaco abre la cajita y se encuentra un triste pedazo de carne con una loncha de queso. Y así todos los días, todos los meses y todos los años.
Creo que debería existir un compromiso por parte de la asociación de Gipuzkoa en hincarle el diente al problema. Innovar, crear un reglamento, algo que nos diferencie, no sólo en la calidad del producto, la carta, etc., sino también en la calidad de servicio. Que los celíacos de todo el mundo vean en nuestra provincia un lugar sensibilizado con el asunto y a la vez innovador con las diferentes propuestas que se hubieran realizado.
Con la esperanza de encontrar ayuda por parte de la asociación, les agradezco la atención prestada.
Endika Torres Berastegi (en Noticias de Gipuzkoa)
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