viernes, 13 de enero de 2012

NI RUBALCABA NI CHACÓN

De nuevo la presión externa y las prisas propias parecen encaminar al PSOE a un cierre en falso de su crisis interna. Una vez más el abismo que parece abrirse ante numerosos dirigentes y militantes por el miedo que les despierta la orfandad de un liderazgo “fuerte”, definido, encarnado en un nombre y un apellido; vuelve a dejar en un segundo plano aquello que puede sacarles del marasmo del presente y encarrilarles en el nuevo orden social que los ciudadanos están reclamando y definiendo en la calle: al margen de ellos. Esto es; un nuevo modelo de partido y un proyecto valiente de reforma de las actuales y progresivamente injustas democracias formales. Modelo que necesariamente pasa por una redefinición del actual sistema de representación política (interna de partido, y en las esferas local, autonómica y estatal); por meter en cintura a la economía financiera en favor de la economía productiva, y por expandir un patrón moral que ahonde en los valores de mayor equilibrio y justicia social, colaboración y solidaridad.

Frente a esta necesidad perentoria -y por aquello de que los humanos siempre tropezamos en la misma piedra-, de nuevo se hierra al querer poner la yunta antes que los bueyes; de tal modo que todos queden atados a la inconsistencia de una propuesta, de un proyecto inexistente por caduco y obsoleto, que solo puede conducir a un prolongado ejercicio de melancolía, propio de quienes se niegan a aceptar y adaptarse a la velocidad de los cambios que impone la nueva dinámica social, para quedar así detenidos en el tiempo.

Desde esta perspectiva, da lo mismo que el nuevo dirigente del partido se llame Rubalcaba o Chacón o que sea hombre o mujer, si la propuesta programática que cada uno encarna apenas difiere entre sí ni aporta originalidad alguna que la pueda incardinar con las demandas del presente y la emergencia de un futuro inminente y distinto. Si lo que ambos proponen son parches y no propuestas y reformas de calado, qué más da que uno u otro se haga con la secretaría general del partido: ¿dónde está la diferencia?

Con ser una propuesta estimable y lógica para una fuerza política que se reclama de la izquierda, la idea fuerza con la que llega Rubalcaba a Sevilla como candidato a la secretaría general, eso de establecer un “suelo social” que garantice los estándares mínimos del estado del bienestar ante una situación de crisis como la presente (educación y sanidad gratuitas, y pensiones y seguro de paro garantizados), no solo es más de lo mismo (porque da a entender que la izquierda no tiene más bandera o idea que la defensa del estado del bienestar) sino que, además, esconde algo mucho más grave: la evidente incapacidad –o el miedo- a afrontar y ofrecer propuestas a las demandas sociales que reclaman situar al ciudadano por encima de los intereses económicos de los poderosos. Dicho de otro modo, lo que propone Rubalcaba es no tocar nada, dejar las cosas como están y, eso sí, pelear por unos mínimos, que no por unos máximos. Tampoco es de extrañar en un candidato que forma parte de la superestructura política desde hace décadas y que, por ello, está imbuido de un esquema de poder que no casa ni puede representar una apuesta ilusionante –ni siquiera por imagen-, para una sociedad que reclama más participación en la toma de decisiones.

De Chacón solo hemos escuchado vaguedades y ninguna concreción a sus genéricas palabras de mayor participación de todos los militantes en la toma de decisiones o a su reclamación permanente de que se abra un debate de ideas al que ella, como candidata, aún no ha hecho aportación original alguna. Tal parece que Chacón solo está ahí porque le toca y así estaba pactado. Porque lo políticamente correcto parece exigir que sea ahora una mujer la que (como vitola de lo de siempre) concurra en representación de la izquierda, a las próximas elecciones generales. Teledirigida política y mediáticamente en la sombra por su marido Miguel Barroso (muñidor de mil y una componendas con Zapatero en los partidos de baloncesto que jugaban en Moncloa), Chacón parece empapada de la energía y vehemencia propia y vacua del bisoño que todo lo afronta con ansia: ¡ansia viva!, como dice José Mota en su programa televisivo.

Este es el magro bagaje con el que el PSOE llega al congreso de Sevilla con la inocente –por absurda- pretensión de volver a ser el partido de mayorías que articule España por medio de un liderazgo que será de todo menos fuerte, por nominal y claramente insustancial. Lo que los dirigentes socialistas deberían aceptar es que lo que se elige en Sevilla no es un líder, sino un secretario general de transición, con la misión de abrir un profundo y valiente debate interno y público sobre la izquierda que de entrada a nuevas ideas y propuestas que permitan la aparición de nuevos liderazgos surgidos de un nuevo proyecto radicalmente distinto. Para esa transición que se abre ahora tanto da R como C, porque ambos representan lo mismo.

Consejo Editorial de La Antorcha de la Información

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