viernes, 28 de noviembre de 2008

LA CENSURA FRANQUISTA EN GALICIA


El 22 de abril de 1938, en plena Guerra Civil, se promulgaba la denominada Ley de Prensa, promovida por Ramón Serrano Súñer, cuñado de Franco y ministro del Interior. El objetivo de la ley era ejercer el control absoluto de acuerdo con las pautas ideológicas franquistas. El 20 de mayo de 1941 se creaba la Vicesecretaría de Educación Popular, adscrita al Ministerio de Educación Nacional, que se integró en 1951 en el Ministerio de Información y Turismo. De 1942 a 1962, la Vicesecretaría de Educación Popular, con esta designación o con otras, estuvo bajo las ordenes de Gabriel Arias Salgado, sustituido después por Manuel Fraga Iribarne.

La ley de prensa de 1938 –completada por otras disposiciones de 1941, 1946 y 1957- estuvo en vigor casi treinta años. En marzo de 1966, las Cortes aprobaron una nueva Ley de Prensa e Imprenta. La censura, hasta entonces, obligatoria, se convertía en un trámite voluntario, pero las restricciones seguirían siendo muy severas.

“Cada año hago un discurso en la Asamblea de la Prensa. El conjunto de esos discursos, ampliados, viene a formar parte de mi Teología de la Información. Parto de Santo Tomás, que dejó bien sentado para siempre que la libertad es la opción entre los bienes posibles, pero excluído siempre el mal”.(Gabriel Arias Salgado)

La censura tuvo una trascendencia fundamental en el desarrollo de la expresión literaria gallega durante la dictadura franquista. La burocracia del régimen utilizó el término “lector” para referirse de forma eufemística a los encargados de juzgar las obras. Una vez que se recibía el texto, el lector emitía un informe de manera autógrafa o mecanografiada.

La censura controló el alcance ideológico de las publicaciones. Conviene recordar el caso de la Obra completa de Ramón Cabanillas, editada finalmente en Buenos Aires. La censura exigía, para permitir, en 1958, su publicación, abundantes supresiones en veinticinco poemas de los libros No desterro, Vento mareiro y Da terra asoballada, además de la totalidad de O Mariscal.
Castelao fue uno de los autores mas perseguidos, sobre todo debido a su significación política. El régimen insistía en destacar sus facetas de creador literario, artista plástico y humorista. En 1964 se publicó Escolma posible –titulo revelador- con numerosas supresiones ordenadas por la censura. El antólogo, Marino Dónega, hablaba en el prólogo de las “limitacions esóxenas” de esta obra.

“Ramón Cabanillas Enríquez, a cuyas Obras completas se refiere este dictamen, es un lírico gallego de gran inspiración pero también uno de los sostenedores intelectuales de un separatismo gallego anacrónico y absurdo y de un anticlericalismo no menos incongruente. Su crítica social –pregona la rebelión violenta de los campesinos- es también un extremismo sin mucho sentido.” (Informe del censor de las Obras completas de Ramón Cabanillas, 1958)

Es conocido el caso de A esmorga, de Blanco-Amor, expurgada por la censura. Cuando la Editorial Galaxia imprimió la tercera edición, en 1975, el censor hizo constar que comprobara las supresiones hechas cinco años antes para la segunda, la primera publicada en Galicia.

Celso Emilio Ferreiro fue otro de los escritores que tuvo problemas con la censura. En el año 1967, cuando se publicó la primera edición bilingüe de Longa noite de pedra, se prohibió el poema “O edificio”, que fue sustituido por “Spiritual”, composición fechada en Caracas. Otro ejemplo es A fronteira ínfida, de la cual se impidió en 1972 la difusión de varios relatos. Al publicar ese mismo año en Portugal el volumen Autoescolha poética, Celso Emilio Ferreiro introdujo esta advertencia sobre dicho libro: “Prohibido pola censura previa”.

Los censores elaboraban los informes con profunda prepotencia y a menudo opinaban sobre la calidad estética de las obras. El censor de As cancions d’ise amor que se diz olvido, de Juan Perez Creus, publicado en 1951 en la Colección Benito Soto, escribía lo siguiente: “Colección de versos muy mal hechos. Nada censurable”. Por su parte, el censor de Percival e outras historias, de Xosé Luís Méndez Ferrín, decía en 1958: “ Serie de cuentos en lengua gallega […] que acusan la juventud del autor (18 años), situándose entre la realidad y la fábula”. Todavía en 1971, el lector de Xente ao lonxe, de Eduardo Blanco-Amor, osaba introducir en su informe:
Novelita de bastante pobreza literaria en la que se nos narran los acaeceres diarios de una aldea gallega vistos a traves de los ojos de un niño”. “Los tres relatos que comprenden las páginas 25 a 55 se tachan totalmente porque los tres tienen una intencionalidad pornográfica manifiesta y porque además de eso dos de ellos presentan vejatoriamente a las partidas del Ejército, que luchan contra los comunistas en un país imaginario.” (Informe del censor de A fronteira infida).

Una de las obsesiones de la censura fue la observación de la doctrina católica. Por ejemplo, Juan Guerrero Ruiz –responsable de la Editorial Hispánica y fundador de la Colección Adonais- pedía recomendación al censor Juan Beneyto Pérez para publicar el volumen Poesías, de Curros Enríquez, un autor sospechoso para el régimen por su anticlericalismo. Un escrito presentado en 1943 en la Vicesecretaría de Educación Popular denunciaba, con relación a la publicación de Aires da miña terra, lo siguiente:” Y es tremendo que esta obra gallega, que llegó a ser prohibida en los tiempos liberales de la Monarquía por su infamia a la Iglesia y al Estado, haya podido ser publicada hoy”.

La moral sexual fue otra de las obsesiones mas comunes de censura. El censor de Mito y realidade da Terra Nai, de Rof Carballo, declaraba sus reparos a que se incluyesen en la obra algunas reproducciones artisticas de El Bosco. Francisco Serrano Castilla, delegado provincial en Coruña del Ministerio de Información y Turismo, intervino cuando se representó Don Hamlet, de Álvaro Cunqueiro, en varias ciudades gallegas, ordenando retirar su obra de las librerías por motivos morales.

La censura mostró otra preocupación primordial relacionada con la producción literaria gallega. Los censores procuraron fomentar la idea de inferioridad de nuestro idioma. El ideario de la dictadura, sin prohibir expresamente su uso, relegaba, de esta forma, el gallego a registros –lírico, folclórico, costumbrista, humorístico, mismo como medio de exaltación del propio franquismo- que dejasen patente su condición subalterna.

Prueba de esto fue que autorizó, en plena Guerra Civil, el poemario O amor, o mar, o vento e outros gozos, de Ánxel Sevillano. Pocos años después obtuvo permiso Terra liñar. Poemas do meu fillo. Versións da paisaxe, del mismo autor. La censura concedió licencia a otros libros editados durante los primeros años de la postguerra, como la cuarta edición de Do ermo, de Antón Noriega Varela, e Soaces d’un abade. Versos, de Mariano Piñeiro Groba.

“El estudio artístico acerca de los demonios en El Bosco viene ilustrado por varios fragmentos de cuadros del pintor, cuya procedencia parece algo mas dudosa incluir en el texto.” (Informe del censor de Mito y realidade da Terra Nai)

Cómaros verdes, el primer libro importante publicado en gallego tras la Guerra Civil, consiguió, así mismo, la autorización de la censura. Inicialmente, su autor, Aquilino Iglesia Alvariño, omitirá la solicitud de permiso, por lo que llegó a ser denunciado. La publicación de Cómaros verdes fue retirada por orden del gobernador civil en la imprenta Celta, de Vilagarcia de Arousa. Iglesia Alvariño se libró de una sanción gracias a la mediación de Juan Aparicio, jerarca del régimen, responsable mas tarde de la prohibición de Da esencia da verdade, de Heidegger.

Contra lo que se tiene dicho, la práctica totalidad de los volúmenes de la Colección Benito Soto –primera iniciativa estable de edición en gallego tras la Guerra Civil- recibió, de la misma manera, la autorización de la censura. Del 15 de septiembre de 1949 es la solicitud para Poemas de ti e de min; del 20 de octubre de 1950 para Dona do corpo delgado, Gárgolas, Anxo da terra, Triscos e Cantos de cotaría; del 14 de julio de 1951 para As cancións d’ise amor que se diz olvido. Antífona da cantiga, de Ramón Cabanillas, el primer libro que dio a luz, en el año 1951, la Editorial Galaxia, obtuvo, igualmente, el consentimiento de la censura.

A pesar de todo, muchos informes de los censores solían incluir comentarios diglósicos que estigmatizaban al gallego.

“Versión gallega […]en la que luce y campean la gracia festiva y la fina ironía de la lengua vernácula.” (Informe del censor de A familia de Pascual Duarte, de Camilo José Cela)

“O ronsel verdegal comprende un reducido número de composiciones poéticas escritas en gallego fácil y castizo e impregnadas todas de un entrañable lirismo que hace encantadora su lectura. La obrita carece por completo de intención política o social: es netamente lírica.” (Informe del censor de O ronsel verdegal, de Emilio Pita)

La censura vigiló con especial celo todas las iniciativas que tentaban consolidar el gallego como lengua de prestigio, dificultando inmediatamente cualquier diálogo entre nuestra realidad y la cultura europea. En el campo de la tradución, una muestra del comportamiento represivo de la censura fue la prohibición de la versión en gallego del ensayo filosófico Da esencia da verdade, de Heidegger, hecha por Ramón Piñeiro y Celestino Fernandez de la Vega.

La solicitud de permiso para editar Da esencia da verdade fue presentada el 13 de noviembre de 1952 en la Dirección General de Propaganda por Xosé Ramón Fernández-Oxea (Ben-Cho-Sey), persona encargada de realizar estos trámites para la Editorial Galaxia y para otras editoriales gallegas. El informe del censor fue favorable, pero se denegó el permiso para editar la obra debido seguramente a la intervención de Juan Aparicio, Director General de Prensa. Da esencia da verdade solamente conseguiría salir a la calle en 1956.

Para Juan Aparicio, el problema de aquella tradución de Heidegger no estaba en el empleo del gallego como herramienta literaria, sino en la dignidad que se otorgaba a nuestra lengua como conducto para la especulación filosófica.

Un año antes, el 21 de junio de 1951, Juan Aparicio insertaría un artículo en el diario Pueblo, con el título “Quién tiene el hierro”, donde denunciaba delante de Raimundo Fernández Cuesta, ministro de Justicia y Secretario General del Movimiento, el ensayo “Significado metafísico da saudade”, publicado por Ramón Piñeiro en el número 1 de la Colección “Grial”, por incluir ideas y citas traducidas al gallego de varios pensadores europeos.

Después de tomar posesión de la Dirección General de Prensa en julio de 1951, Juan Aparicio, suspendió a mediados del 1952 la Colección “Grial”, de la que acababa de salir el número 4 con el título Aspectos económicos y jurídicos de Galicia.

“En Galicia, algún pedantón traduce la filosofía alemana con ritmo de gaita […]. El escritor que escribe en la colección Grial de la Editorial Galaxia, de Vigo, […] es un escritor que tiene faltas de ortografía en su pluma y en su alma, avergonzándose de que se le vean tales vergüenzas al desnudo.” (Juan Aparicio, “Quién tiene el hierro”.

La censura franquista tuvo una importante trascendencia en la expresión literaria gallega durante casi cuarenta años. La influencia negativa que ejerció se manifestó básicamente en dos planos: de un lado, impidió la libre circulación de numerosos libros; por otra parte, como amenaza latente, dió lugar a que se malograsen otras muchas obras, condenadas a no salir jamás de la imaginación de nuestros escritores.

Hubo una obstinación de ese instrumento de sumisión que fue la censura, sin embargo, que afectó de manera singular nuestra producción literaria. Efectivamente, los censores tentaron fomentar con especial diligencia, a lo largo de muchos de sus informes, la idea de inferioridad de nuestro idioma. La propagación de este prejuicio estaba de acuerdo con el ideario lingüístico del régimen franquista, el cual, desterraba el gallego a ciertos registros –lírico, folclórico, costumbrista, humoristico…- que pusieran de manifiesto su condición subalterna.

Como órgano de control, la censura se ocupó, con extremado celo, de vigilar el alcance ideológico de las publicaciones. Sus obsesiones fueron, sobre todo, el pensamiento político, la doctrina católica y la moral sexual. Estas ocupaciones de censura las compartió la literatura gallega con otras literaturas del Estado.
Xose Manuel Dasilva

1 comentario:

Anónimo dijo...
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