domingo, 18 de agosto de 2019

EL PACTO DE NAVARRA, EN SU CONTEXTO

Las relaciones con los socialistas son las relaciones que deben existir entre el partido de gobierno y el partido que se constituye en alternativa”, escribió Miguel Sanz en su libro Pasar página, editado por UPN en 2010. Una suerte de testamento político en el que abogaba por el entendimiento entre ambos partidos. En tal dinámica que condenaba al PSN, Sanz animaba a los socialistas a “pensar que el objetivo de volver al Gobierno es alcanzable”. Eso sí, sin correr demasiado;“Roberto (Jiménez) todavía tiene que pensar que ese tiempo no llega de la noche a la mañana”.

Nueve años después, UPN acumula una mochila que puede provocar molestias de espalda. La constancia que invocaba Sanz es parte del bagaje de la presidenta Chivite, que tomó nota del entuerto. Chivite asumió la necesidad de un cambio en el PSN, y aunque la estrategia estuvo sujeta por momentos con pinzas y pendió de un alambre, hizo bueno aquello de que la que la sigue lo consigue. A Chivite se le allanó el camino con la moción de censura que dio la presidencia a Sánchez y propulsó al Partido Socialista, que con un toque de centralidad social y otro de un cierto presidencialismo, venció a la derecha de Colón. Bagaje suficiente para que el 26-M, un mes después de las Generales, el viento soplara muy favorable en Navarra, y la brisa no se detuviese tras los comicios. Durante el mes de junio, a pesar de la sombra de duda que cuestionaba su capacidad de liderazgo, Chivite tiró por la calle de en medio. Mantuvo su apuesta y consiguió el visto bueno a su entente con Geroa Bai, Podemos e Izquierda-Ezkerra. Una vez conseguido el objetivo, la nueva presidenta se siente reforzada y transmite brío en el ecuador de agosto. El examen comienza a partir de septiembre, pero también la oportunidad de escribir una página destacada de la historia. “Esto tiene que salir bien”, repite. Convencida de estar en el tiempo y modo que demanda la mayoría social.

EL GIRO   El PSN ha atravesado una suerte de proceso emancipatorio. De ruptura con un pasado que a la postre le relegaba, y le resultó doloroso y baldío. Hoy en cambio es un partido de gobierno, de un Ejecutivo plural progresista, que tiene como principal aliado a Geroa Bai en un entendimiento que puede dar mucho de sí. Si los buenos propósitos fructifican, el escenario resultante puede provocar terrores nocturnos en UPN avanzada la legislatura. Con Chivite, pese a los distintos componentes e inclinaciones de su Gobierno, el cambio ha “echado raíces”. Puede que edulcorado para EH Bildu, pero proyectando una centralidad contrapuesta a la alianza de UPN, PP y Cs. Si el nuevo Ejecutivo llega fresco a 2023, y un paseo no va a ser, Navarra acumulará ocho años de políticas progresistas y de pluralidad de identidades. Y eso ya no sería ningún accidente, ni pasaje efímero, sino un sustrato importante para una convivencia política más distendida en la Navarra de los albores del segundo cuarto de siglo. El PSN sabe que la oportunidad es grande. En esa empresa, cogestionada con Geroa Bai y Podemos, más el apoyo externo de I-E, puede inspirarse en la tríada que dio Rodríguez Zapatero al cumplirse su primer año de mandato: “Paz, ciudadanía y talante”.

GEROA BAI. El socio clave. PSN y Geroa Bai sumaron en las forales del 26-M entre ambas fuerzas un total de 132.161 votos, por los 127.346 votos de Navarra Suma. Eso sin contar los votos de Podemos (16.518) y de Izquierda Ezkerra (10.472). Así que sumar, sumó el progresismo. Bien es verdad que gracias también a la abstención de EH Bildu (50.361 votos), en un damero de decisiones múltiples con participación de cada una de las respectivas militancias implicadas. Un detalle no menor en todo este proceso. Así las cosas, Geroa Bai puede apuntalar en esta nueva fase su imagen de seriedad. En ese papel, remará a favor del entendimiento dentro del acuerdo programático, y aportará el bagaje de lo aprendido estos cuatro últimos años. Chivite contará además con el papel activo de Uxue Barkos, primera exmandataria después de Juan Cruz Alli que no deja la política al perder la presidencia, y que además de un rol como portavoz parlamentaria también asumirá un importante cometido interno. Geroa Bai, que cumplirá en 2021 su décimo aniversario, se encamina a un proceso reorganizativo. Un tratamiento para las articulaciones, tras una década intensa marcada por el último cuatrienio como fuerza de poder.

INTENSO CURSO Este proceso de refuerzo será una de las claves del próximo curso político, y fue anunciado por Barkos instantes después de acceder Chivite a la presidencia. Los resultados de mayo, buenos pero no espectaculares, hacen oportuna esa diagnosis. Los dos meses transcurridos desde entonces hasta la investidura acreditan esa necesidad, a juicio de Barkos. Abierto el melón, está por ver si la cata será dulce, insípida, o hasta rezuma un punto agrio, pues este tipo de procesos renovadores a menudo comportan tensiones.
Por lo que se refiere a la visibilidad de la coalición durante la nueva legislatura será importante, además de la portavocía de Barkos, la proyección de Unai Hualde desde la presidencia del Parlamento, el papel de los consejeros y consejeras, singularmente por su materia los Aierdi&Ayerdi. Además del protagonismo que puedan también ir tomando otros nombres a lo largo de la legislatura, destinados a formar parte del futuro.

OTROS MIMBRES Pero como todo el mundo sabe, no solo del PSN y de Geroa Bai va el nuevo Gobierno. El papel de Podemos no va a pasar precisamente inadvertido. El proyecto se la juega en Navarra, y estará sometido a los vientos alisios que lleguen desde Madrid, zona de altas presiones donde Pablo Iglesias se enfrenta a una nueva opa hostil, muy complicada de gestionar. En ese contexto, con alto riesgo de permeabilidad territorial, y con los movimientos nada descuidados de Íñigo Errejón, Podemos Navarra más que su cohesión, se juega su ser o no ser. Tendrá, eso sí, mayor visibilidad que Izquierda Ezkerra, cuyo riesgo es quedarse en un limbo informativo. En todo caso, la inclusión de Podemos y el apoyo externo de I-E, lejos de haber servido de pretexto de bloqueo de los socialistas, certifican la pluralidad del modelo alcanzado, que tantos reparos provoca en la derecha. Por otra parte, este PSN tiene vectores de interés con otros gobiernos autonómicos plurales presididos por socialistas. En la vecina Aragón, por ejemplo, o en Asturias, con la presidencia de Adrián Barbón. De la misma generación que María Chivite, Barbón nació en 1979 y destaca por su precocidad en su currículum político. La presidenta ha destacado de él su clarividencia.

NAVARRA SUMA. Ante el espejo. En esta situación muy delicada para Navarra Suma, UPN, cabeza indiscutible de la marca, tiene que escoger su camino tras cuatro años en la oposición. Esta vez el ruido identitario será más complejo de reactivar, pero la inercia y los automatismos apuntan en una sola dirección: repetir la estrategia de crispación de la pasada legislatura. Una línea a la postre estéril, sin de momento plan B, y con un techo claro, ahora sujeto a la necesidad de tejer consensos internos con PP y Cs en una coyuntura movediza en el Estado. En ese laberinto, cabe recordar una efeméride: en 2020 se cumplirán 25 años de la creación de CDN, con una constatación social muy amplia de que los motivos de aquella fractura desgraciadamente siguen vigentes. Hoy el modelo para UPN se acerca al pactado en la Comunidad de Madrid entre sus socios de Navarra Suma y Vox, en forma de contrapoder a Sánchez, escenario que corrobora que ahora mismo la distancia entre los regionalistas y el PSN es sideral. Navarra Suma, al igual que la España Suma registrada por el PP, poco tiene que ver con la centralidad. Ahora bien, como operación envolvente del PP a Cs, fructifique sí o no, o solo parcialmente, España Suma es una estrategia de primer orden de Casado frente a Rivera, que debilita la posición del líder naranja.

TRIPLE ESCENARIO. Navarra, CAV, Madrid
”Es imposible querer los resultados sin hacer lo necesario para conseguirlos”, escribió hace días en este periódico Txema Montero, observando que “la mayoría de los políticos no están dispuestos a pagar el precio del acuerdo ni, lo que resulta más llamativo, el del desacuerdo”. No se refería a Navarra, pero sus palabras encajan en nuestro contexto. Todos los partidos firmantes del acuerdo programático arriesgan en el nuevo Gobierno, pero todos están ante una gran oportunidad. Más ha arriesgado UPN con Navarra Suma en un acuerdo que no le ha permitido abandonar la oposición. Además Chivite lo dejó claro a este periódico: la colaboración del nuevo Ejecutivo tiene vocación de continuidad, anclada la derecha en la pantalla de hace una década. Palabras que amplían su alcance con una mirada retrospectiva en ese sentido. Hace diez años gobernaba en la CAV el socialista Patxi López tras un pacto con el PP, bien es cierto que en una coyuntura excepcional, con Batasuna ilegalizada. Ese Gobierno no llegó a los cuatro años. Lo rompió el PP en 2012.
También hace diez años Rodríguez Zapatero comenzaba a flaquear en sus medidas contra la crisis, lo que acabaría llevando al PP a una mayoría absoluta y al PSOE a una travesía en el desierto de casi siete años. Hoy el panorama es bien distinto. Urkullu gobierna en Euskadi un Ejecutivo de coalición con el PSE de Idoia Mendía. Dos tradiciones políticas centenarias en un maridaje con cierto aire alemán. El año que viene se someterán al dictamen de las urnas, con un balance demoscópico altamente llamativo según el último Euskobarómetro, que afirma que el 86% de los vascos aprueba la gestión del Ejecutivo de coalición formado por PNV y PSE-EE. Ahí es nada. Combinación bien avenida que no solo se limita al Ejecutivo de Gasteiz, sino que se ha trasladado a pactos municipales y Juntas Generales, y que ahora se inscribe en Navarra mediante un paralelismo invertido, reforzado además por la izquierda. Dos detalles: Mendia acompañó a Chivite en su discurso de investidura y Urkullu en la toma de posesión. Hilo vasconavarro con remache en Madrid, donde el PSN y el PNV han jugado un papel. El PSN, por medio especialmente de Santos Cerdán, que esta primavera dejó claro que “el PSOE trabaja muy cómodamente con el PNV”. Y el referido PNV, que vía Aitor Esteban advirtió de que lo que ocurriese en Navarra no sería “inocuo”. Y no lo será. En unos días seguramente Sánchez, cursará visita a Bilbao dentro de la interminable gestión de su victoria el 28-A, mientras Ortuzar ha puesto como ejemplo lo sucedido en Navarra, para exportar el acuerdo.
En definitiva, el entendimiento entre el PSN y Geroa Bai encaja en la tradición de acuerdos entre el PNV y el socialismo, aunque en Navarra el ecosistema de partidos sea distinto. La vía acordada en Pamplona podría servir de inspiración en el Estado, pero Sánchez, enganchado a su volatilidad, está poniendo en juego su propia baraka. El desenlace, cada vez más cercano, en septiembre... o noviembre.

Jesús Barcos, en Diario de Noticias

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